El agarre sobre su mujer se afanó y sus cuerpos quedaron apretados uno contra otro mientras ambos se movían con perfecta sincronización al compás de la música, Aiden acercó sus labios a su oído para hablar y que ella pudiera escuchar sobre la música.

—No quiero perder la oportunidad de decírtelo, estás hermosa. —Susurró y el corazón de Rossette que ya estaba como caballo en galope, dio otro salto, su mente hizo mil suposiciones y su lengua no fue capaz de articular palabra rápida— Sé que te lo han dicho, pero debí haber sido el primero en señalarlo.

—Gracias Aiden,— Susurró ella unos segundos después, cuando logró conseguir que sus neuronas volvieran a funcionar. — Tú… eres muy atractivo.

En sus blanquecidas mejillas se había asentado un suave sonrojo, que, simplemente, la hacía ver a los ojos de él más encantadora.

—¿No me veo, sino que, lo soy?— Pregunto él, recurriendo a toda la valentía que había podido juntar sin decir algo estúpido y cagarla de una sola vez como era su costumbre.