La esposa desechada, reconstruida
vista d
traído de vuelta por amabilidad. Me había traído aquí para mantenerme bajo su control, para asegurarse de que no pudiera sana
dientes, me había permitido una habitación, una pequeña habitación de invitados sin usar al final del pasillo. "Puedes quedarte aquí", había dicho, su voz fría, "siempre y c
por las esquinas, sus ojos muy abiertos y curiosos. En la cena, me observaba sutilmente desde el otro lado de la mesa, su pequeña frente fr
muro que Carla había construido a su alrededor. Una
apola? ¿Los que tienen azúcar crujiente encima? -Sus ojos estaban llenos de u
a vulnerabilidad potencial, una oportunidad para observar desde adentro. Horneé los muffins. Sin emoción. Mis manos se movieron con facili
ugaz. Y Carla siempr
e". Sus ojos, cuando se encontraron con los míos, estaban llenos de una rabia escalofriante y posesiva. No podía soportarlo. Cualquier grieta en su fachada
ó en el caos. Gritos. Sirenas. Emilio, mi hijo, fue llevado de urgencia a la sala de emergencias, co
os, su rostro una máscara de furia primitiva. Me agarró del brazo, sus dedos cla
sin adulterar-. ¡Perra venenosa! ¡¿Cómo pudi
acíos. Encontré su mirada furiosa sin pestañear. Sus acu
e él, sus ojos enrojecido
o Eben... dijo que ella le dio los muffins. Oh, Amelia, ¿cómo pudiste? -Me miró, sus
a escalofriantemente tranquila-.
ente, mi mirada
ana, firme-. Si crees que envenené a nuestro
a la policía. No podía exponer a Carla. No podía exponer su pro
uñó, su voz un
oportunista, dio
onal. Conozco un centro privado. Se especializan en... casos difíciles. Ne
se en mi rostro vendado, en el vací
importa a dónde vaya, solo asegúrate
euro-rehabilitación? ¿Centro privado? Sonaba omin
nos desiertos, cada vez más lejos de las luces de la ciudad. Nos detuvimos frente a una fábrica en ruinas y abandonada en med
sombras. Su rostro era un mosaico de cicatrices grotescas,
l mundo se tambaleó de nuevo.