La esposa desechada, reconstruida
vista d
ida. Vestían trajes de noche formales, claramente arrancados de algún ev
voz baja y peligrosa, sus ojos ardiendo de
tían extrañas en mi lengua, pero también se sentían correctas. No había emoción detrás de ellas, solo un
o se tensó. Se rio, un
ujer que se fugó con otro hombre, dejando
gre se
¿De qué est
mi hospital. Se esparcieron, revelando imágenes mías. Yo, en una serie de poses íntimas con Caín "El Cristal" Gutiérrez. Yo, riendo con él, tomándole la mano,
an alteradas. O, peor aún, manipuladas. "El Cristal" era un maestro de la guerra psicológ
o no le creí. No al principio. -Se acercó, sus ojos clavados en los míos, llenos de un odio que me heló hasta los huesos-. Luego encontré esto. Yo tomé estas fotos,
temores, alimentados por los susurros insidiosos de Carla. No había investigado, no había buscado la verdad. Simplemente había creído lo peor. La escalofriante revelación se apoderó de mí: Braulio no había sido una v
la mi
usurré, las palabras sabiendo a
n sonido ásper
or, alguien que no me abandonó a mí y a nuestro hijo por una emoción barata. -Su mirada era tan fría como el granito-. Así que,
u nueva vida. Y entonces Emilio, mi hijo, dio un paso adelante, su pequeñ
Pero Carla es mi mamá ahora. No puedes alejar a papá de ella. -Su pequeña mano, que s
e él, se retorció. Mi hijo. Mi
oy a ninguna parte. O te divorcias de mí y me das lo que es legalmente mío, o me quedo. Tú decides, Braulio. Ah
ardían de furia. Me miró fijamente, su pecho subie
en blanco, desprovista de todo mi
gruñido f
res nada de mí. Te arrepentirás de esto, Amelia. -Se dio la vuelta, su brazo rodeando la cintura de Carla. Su rostro se
Carla, sin embargo, se detuvo en la puerta. Sus ojos, llenos de una malicia frí