La esposa desechada, reconstruida
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lmente escapé. Me arrastré de vuelta a casa, impulsada únicament
encia, él no reconoció mi cuerpo esquelético. Me
la. Y mi propio hijo corrió a
o hombre. Me internó en un "anexo", que en realidad era el mismo infi
rrían mi cuerpo, pero él simplemente me
ron a través del Proyecto Ruiseñor: un cuerpo completam
ró, de rodillas suplicando perdón, no sentí nada. Solo me volví haci
ítu
vista d
viva, cada paso un recordatorio brutal de los cuatro años que pasé en el infierno. Pero seguí adelante, impulsada p
o, un símbolo de la vida por la que había luchado tanto para recuperar. Tropecé, mis r
e la caseta de vigilancia. Me bloque
uno, con la ma
ta seca, mi voz
r, pero solo escapó u
una mirada y lu
sarse de lista. Lárg
sico. Señalé la casa más allá de las pue
-Mi mano temblaba, u
se rio, un sonido á
e parece en nada a la señora Garza. -Me empujó bruscamente hacia a
a de lujo se detuvo en las puertas desde
Brau
ecordaba, su mandíbula afilada, su cabello oscuro atrapando el sol de la tarde. Él me reconocería.
ante esos días inte
allada en un árbol de nuestro jardín: "Amelia + Braulio = Para Siempre". Siempre decí
a salvo. Una vez, una empresa rival intentó robarme, ofreciendo millones. Braulio compró la empresa, solo para retenerme. Era obsesivo, sí, pero era mi obs
se negó a que nadie más le leyera cuentos para dormir durante meses después de mi desaparición. Incluso mantuvo mi
los interrogatorios interminables, los ahogamientos simulado
olesto por la conmoción. Mi corazón se hinchó, una esperanza desesperada floreciendo en m
o deslizándose en la de Braulio. Era hermosa, vestida impeca
rl
ando de eclipsarme. Se estaba riendo, con la cabeza echada hacia atrás, un sonido que
abandonó mis pulmones en un si
alto, su cara más redonda, pero esos ojos traviesos seguían siendo
ó, lanzándose
s deshilachados de mi cordura. Mamá. No Madre. Mamá
con sus diminutos brazos extendidos, llamando "¡Mami!". Odiaba a la familia de Carla, odiaba
escena perfecta y feliz. Una unidad familiar. Y yo estaba fu
cuerdas vocales. Sacudí las puertas de hierro, el metal frío
sonrisa se desvaneció. Frunció el ceño, sus o
a los guardias, su voz cargada de molest
raulio, me empujó de nuevo. Más fuerte esta vez. Tropecé
ando que viera más allá de la mugre, más allá de las cicatrice
ado con asco. Mi corazón dio un vuelc