La esposa desechada, reconstruida
vista d
spués de esa confrontación brutal. Pensé que su de
do un termo de colores brillantes. Su pequeño cuerpo estaba rígido, su mirada
bra una pregunta vacilant
a distante. Este era mi hijo, nacido de mi carne, amado con cada fibra de mi ser. El niño po
to. Una parte de él, quizás, todavía recordaba. Todavía anhelaba a la madre que había
. Un aroma rico y dulce, vagamente familiar, emanaba del recipie
mano temblando ligera
, sus ojos muy abiertos e incie
quina analítica finamente afinada, procesó la escena. Carla. Gelatina de almendras. El nervio
re, se agitó. Seguía siendo mi hijo. Mi sangre. Le quité la cuchara de la man
lpeó, haciendo que la habitación girara. Mi cuerpo se tambaleó, mi mano agarr
en la garganta. Por supuesto. Otra tr
Cristal", reaccionó de manera diferente. El sedante era potente, pero no lo suficiente como para inca
llegó a través de la niebla. Era una extraña m
era feliz! -Sonaba genuinamente angustiado-. No te quiero aquí. Quiero qu
permaneció impasible. Era un niño,
ejilla. Abrí los ojos, luchando por enfocar. E
ente... se hundió. Más profundo e
a de sangre brotó, trazando un camino a través de mi pó
or el horror. Sus ojos se abrieron, su pequeño cuerpo temblando. Dejó caer el cuchillo con
junto a mi cama, su mirada fija en mi rostro
-. Demasiado blando. Igual que su madre. -Extendió la mano, sus dedos rozando el corte. Me estremecí, pero me sujetó co
volvió borroso. Dolor. Tanto dolo
bía ido, reemplazado por el familiar aroma a madera cara y lino fresco. Estaba en la casa de