El Científico Oculto: La Venganza de la Esposa Traicionada
rciopelo en la otra. Intentó ofrecerme una sonrisa apaciguadora, pero no llegó a sus ojos.
Presentó la caja de terciopelo. Dentro, un colgante de diamantes, brillan
rostro era una máscara de sinceridad forzada. -No
asintió. -Por supuesto.
cado. Kiara. Estaba apoyada en el capó, desplazándose casualmente en una tablet. Sus ojos, sin embargo, estaban fijos en m
z cortando el tenso silencio en el coche-
ocupación. -Querida, no tengo idea de lo que estás habla
organizar algunos archivos. -Metió la mano en mi bolso, sacando otra pequeña y pesada caja de terciopel
saber dónde están. Si algo les pasa, los demandaré a ambos. Por robo de propiedad intelectual, por mala conduc
nes alguna posibilidad? Eres una don nadie. Y además -se volvió hacia Gerardo, su voz goteando dulzur
Estaba claramente dividido, pero su lealtad, como siempre, se inclinaba hacia la muj
ió, su voz baja y peligrosa
l proteger el trabajo de mi vida? ¿Es irracional exigir resp
hock exagerado. -¿De qué está hablando, Gerardo?
máscara de rabia. Dio otro paso hacia mí, sus ojos ardiendo-. ¡
spiración. -¿De q
tel, con Carlos. Mi mano estaba en su hombro, un gesto tierno e inocente. Pero el ángulo, el encuadre, torcía la imagen en
nos de shock, rápidamente se transformaron en una furia aterradora. -¿Tú... me engañaste? -Su voz era un gru
endo de tono-. ¡Carlos es familia! ¡Es el hij
abe cómo funcionan estas relaciones 'familiares' en sus círculos de élite! ¡Se ha estado aco
puro odio. Se abalanzó sobre mí, su mano salió disparada. La bofetada resonó en la calle silenciosa, un crujido agudo
¡Mentiste! ¡Engañaste! ¡Te di mi nombre, mi casa, mi futuro, y lo tiraste todo por una aventura ilícita! -Me arrastró
ras arrancándose de mi garganta-.
del día en que te cruzaste en mi camino. -Me empujó a la sala, hacia el pequeño y oscuro cuartito de s
, oscura y sofocante. El aire estaba cargado del olor a polvo y desuso. Mi cuerpo dolía, mi c
¡probablemente nos está grabando en secreto ahí dentro! ¡Siempre ha sido tan calc
confesó! ¡Dijo que sabía exactamente cómo modificar los algoritmos, cómo hacer que pareciera que mis datos eran los defectuosos! ¡Dijo que se aseguraría de que lo perdie
dedos buscaron a tientas el pequeño, casi invisible dispositivo de grabación que siempre guardaba en mi sostén. Un hábito de mis
e pan seco y una botella de agua a través de una pequeña ranura en la puerta, pero nunca hablaba
staba allí, su rostro sombrío. -¿Vas a admitir tus
dmitir -dije, mi voz
ome fuera del cuartito de servicio y subiendo las escaleras. -Enton
campo de batalla. El aroma del perfume de Kiara era abrumador aquí, mezclándose con el olor per
ola de asco me invadió. -Aléjate
ra lo que perdiste! ¡Mira lo que tiraste! -Se rió, un sonido áspero y sin alegría-. ¿Crees qu
ro desprecio corriendo por mi cara-. ¡E
ban fríos, desprovistos de cualquier calidez. -Solías roga
me quitaras todo. Antes de que asesinaras a mi hijo. No te atrevas a
última palabra, el do