El Científico Oculto: La Venganza de la Esposa Traicionada
estudiante de posgrado. No podría ser directora, ni una Dra. Montemayor, ni lo que sea que estés divagando. Clar
ra, con todo respeto, la Dra. Montemayor le dejó un mensaje. Dijo... dijo que le di
¿Qué tiene en contra de Kiara? ¿Por qué siempre tiene que hacer todo sobre ella misma? -Paseó por el laboratorio vacío, su ira hirviendo-.
ado lejos, Elisa. ¿Crees que no sé que estás detrás de esto? Te lo advierto. Si n
en el directorio del personal, su rostro completamente desprovisto de color. En el tablero, bajo la sección de
a. -¡Gerardo, cariño! ¿Qué haces aquí? Pensé que estabas esperando a Elisa en el hotel. -Intentó alejarlo, su voz ligera,
mpre había descartado a Elisa como una mujer débil y discreta. Una sustituta. Un peón. ¿Pero una directora? ¿Una Montemayor? Las implicaciones era
o su "investigación" en el extranjero, ajeno a la verdad. Recordó haber elaborado minuciosamente su nueva personalidad: la científi
guntó Kiara, forzando un to
lamar a Elisa de nuevo, pero fue directamen
staba con un hombre. La estaba tocando. Se veían muy... íntimos. -Le apretó el
ed. Se hizo añicos. No dudó de Kiara ni por un segundo. Su mente, ya envenenada por sus mentiras, se aferró a esta nueva acusación. Elisa era una tram
cargada de una furia posesiva-. Ella no es nada. Tú lo eres todo. Empezarás en el instit
í, cariño. Por supuesto. Mañana. -Se apoyó en él, enterrando su rostro en su pecho. Sus
upado por mi condición, por la cura. Pero con tu genio, Kiara, sé que todo es
Tenía que mantener a Gerardo convencido. Tenía que aseg
datos modificados? La Dra. Montemayor advirtió específicamente en contra. Dijo que están incompletos, plagados de errores. ¡Dijo que si se usan, podrían acelerar su condición, no curarl
tigador-. ¡Estás en connivencia con Elisa, verdad? ¡Tratando de sabotearnos! ¡Te haré perder tu trabajo! ¡A todos ustede
garró el brazo, sus ojos muy abiertos. -Gerardo, cariño, ¿quiz
oración ciega. -¿Crees que no confío en ti
protestó ella, su voz ca
luego miró al investigador, una sonrisa triunfante en su rostro-. Ahí tienes. Ahora, lárgate. Y dile a Elisa que su