El Científico Oculto: La Venganza de la Esposa Traicionada
conciencia. Sentía la boca seca, mis extremidades pesadas y lentas. Un aroma extraño y dulzón impregnaba la habitació
ca. El murmullo grave de Gerardo, seguido de una
voz de Kiara, ligera y etérea, se escuchó clara
bía mostrado en meses-. No se moverá. Es lo suficientemente pesada como para dormir a t
rdían con lágrimas no derramadas. El dolor de su
Porque eres mío, Gerardo
. Eres mi único y verdadero amor, Kiara. Ella no sign
de la niebla. Mi última pizca de esperanza, de que quizás había algún malentendido, alguna exp
rogado, reconoció la familiar intimidad que comenzaba a desarrollarse a mi lado. Los sonidos, los movimientos, el aroma op
xtremidades se sentían menos pesadas. Podía sentir la textura áspera de las s
ntina ansiedad-. Esa grabación de antes... si consiguió algo, podría arruinarme. Nuestro contra
fono. Y es demasiado estúpida para hacer algo inteligente con él de todos modos. Es
había escondido antes de que él volviera a la habitación. Pero mi teléfono del trabajo... el que tenía todos los datos de l
lentas, pero mejorando. La voz de Kiara estaba más cerca ahor
tono agudo-. Su teléfono del tra
davía medio dormido-. Probablemente e
pánico-. ¿Y si grabó algo importante? ¡El instituto podr
Mi corazón saltó a mi garganta. Tenía que actuar. Con una oleada de ad
-dije, mi voz ronca, s
tando hacia atrás
s ojos muy abiertos por el shock. -¿
balanzó de nuevo, sus ojos salvajes, des
arre mortal. Kiara me agarró del brazo, sus uñas clavándose, tratando de abrir mis dedos. Tropezamo
a la barandilla del b
mente, incluso en su estado drogado, se movió instintivamente para proteger. Mi
r explotó en mi cuerpo, una agonía al rojo vivo que lo c
ia mí, sino hacia Kiara, que yacía gimiendo a unos metros de distanci
esperación, sangrando en el frío patio de piedra, y él me miró como si no exis
o se os
aba en una cama de hospital, las sábanas blancas y crujientes un marcado contraste con el
l rostro pálido y demacrado. Levantó la vista, sus ojos se encontraron con
a. Me diste un susto terrible. -Se levantó, acercándose a mi cama
mentira nauseabunda. -No lo hagas -g
antos moretones, una conmoción cerebral leve. Los médicos dijeron que te recuperarás por completo
ía. Y luego, lo destruiría. Protegería mis bienes, cada centavo del legado Montemayor que tan descuidadamente descar
aminó hacia la puerta, sacando su teléfono. -Neces
sa está bien. Solo está... siendo dramática. Quería algo, algún tip
tar la violencia, la traición, la pérdida. Apreté los dientes. P
erte ahora, cuando volvió a entra
, probablemente se dañó en la caída. No te pre
o del trabajo. Si algo le pasa a eso, Gerardo, te haré personalmente responsabl
ospecha. -¿De qué estás hablando? ¿Qué podría ser tan
desprovista de emoción-. Descub
ndose. -¿Me estás amenazando, Elisa? ¿
ntrando su mirada de frente-. Y si continú
Eres una cazafortunas, Elisa, fingiendo ser una académica in
vadió. -Quiero que me den de alta -dije, mi
s. -Bien. Pero no creas ni por un
mera, su rostro grave. Sostenía un portapapeles, su
... hicimos todo lo que pudimos. Pero la caída...
y devastadora. Mi bebé. Nuestro bebé. Se había ido. La vida que había protegido instintivamente,
sien. Pero no era un grito de desesperación. Era una lágrima de sombría res
l mensaje condenatorio de Carlos, el que confirmaba la identidad de Kiara. El que probaba la traic
nada que perder. Ninguna vida inocente que proteger en