El Científico Oculto: La Venganza de la Esposa Traicionada
/0/21758/coverbig.jpg?v=e54aaaadb1d671492ddb72facf1f159f&imageMogr2/format/webp)
, fingiendo ser una simple estudiante de posgrado. Todo para desarrollar e
mía, susurró el nombre
su exnovia y, para mi
e atacaba, provocando una caída que me hizo perder a
usó de fingir el embarazo y solicitó la anu
mi identidad me veía como nada más que una sustituta conv
directora del Instituto Montemayor, estoy lista para reclamar mi nombre. En la confer
ítu
tes eran una fuente de consuelo, ahora se sentían como una jaula. Cada caricia era una nueva herida de t
ar grave contra mi oído, atrayéndome más ce
o una acusación, una exigencia velada de que actuara. Se me co
usurro quebradizo. Intenté alejarme
ese tono seductor familiar, el que solía hacer que mis rodillas temblaran. Ahora sol
contaminada. Era una actuación, y yo ya no estaba dispuesta a interpretar mi papel. Mis músculos gritaban en protesta, una advertencia, un
la semana pasada, en esta misma cama, en la tenue luz del amanecer, se había despertado de un sueño profundo, su brazo todavía pesado
había su
afectuoso, "mi pequeña científica". Apodos genéricos, lo suficientemente dulces, pero completamente desprovistos del
una jaula. Me quedé allí, perfectamente quieta, escuchando su respiración acompasada, sintiendo el lento y agónico avance del hielo por mis ven
ante, ahora me repugnaba. Me dolía la mandíbula de tanto apretarla. No podía hacer
io, me deslicé fuera de la cama. Mis pies descalzos apenas hicieron ruido en el frío suelo de mármol. Me moví
uia de mi vida antes de Gerardo, una herramienta que pensé que nunca volvería a necesitar. Mis dedos temb
ogar mi voz. La fría porcelana del lavabo contra mi mejilla me ofreció una peque
ca por las lágrimas no derramadas-. Soy Elis
ro lado. Carlos, mi protector de la infanc
preocupación inmediata superando cualquier sor
rlo, aunque mi corazón se retorcía en mi pecho-
? -La voz de Carlos
mbre sabiendo a ceniza en
o a la boca, tratando de ahogar un sollozo. El dolor todavía era fresco, todavía ardía. La vergüe
voz-. Haré algunas llamadas. Dame una hora. No hagas
s un susurro. Terminé la ll
ojos se abrieron de par en par mientras me envolvía en un abrazo repentino y
su tono cargado de falsa preocupación. Recogió mi telé
nuestro dormitorio, sus manos ya desabrochando mi camisó
o, luego descendieron. Cerré los ojos, una súplica silenciosa por desconectarme
sus labios. -¿Haciéndote la difícil esta noche, eh? Me gusta. -Sus movimientos se volvieron más bruscos, más in
la mesita de noche. La costosa tablet de Gerardo,
la tablet-. La Dra. Kiara Navarro, la prodigiosa científica, se unirá al aclamado instituto de investigación del Tec de M
ongeló. Gerardo también se detuvo,
y sus teorías revolucionarias, declaró ayer en una entrevista exclusiva que está 'ans
y agudo. Yo conocía ese instituto de inv
. Su respiración se entrecortó. Se apartó de mí
everente, cargado de un anhelo que me a
do había vuelto a colocar en la mesita de noche, vibr
Acabo de confirmar. Es s
onal de la Dra. Kiara Navarro. Su rostro me devolvía la mirada, brillante y
joven y ligeramente más pulida de mí misma. Los mismos ojos oscuros e inteligentes. Los mis
plemente me quedé allí, perfectamente quieta, mi cuerpo entumecido, mi alma gritando. Gerardo, completamente ajeno, cay
e de Carlos. Lo alcancé con cuidado, mis de
s de que termine el p
la que había dedicado en secreto los últimos tres años de mi vida, sacrificando mi propia identidad, mi carrera, mi fortuna, fingiendo ser
a Fundación Montemayor. Era carismático, encantador, todo para lo que mi vida protegida no me había preparado. Me per
Él había entrado corriendo, como un héroe, sacándome del humo y las llamas, tosiendo y abrazándome con f
pre. Todo era una mentira, una actuación. Él no me había visto a mí. Había visto a un fantasma, un sustituto de