La Sorpresa del CEO Arrogante
nardo estaba sumida en la quietud, pero la tensión que flotaba en el espacio era palpable. Victoria estaba atrapada entre el miedo a lo desconocido y una tentación a la que no podía e
a ahora, esa fachada fría y profe
distancia cómo Leonardo Velasco manejaba el imperio que había construido, sin imaginar que se vería atrapada en una red que ella misma había tejido. Ahora, al enfr
rme pero cargada de incertidumbre. Cada palabra que pronunciaba sentía com
que había comenzado a crecer entre ellos, tomando forma tangible en el aire. Era imposible ignorarlo. Aunque se decía a sí misma que e
ara-, es que dejemos de jugar a ser dos personas que no se desean. No sé qué
ener el control. En ese momento, se dio cuenta de que no podía seguir fingiendo que no estaba sintiendo lo mismo. Había algo en su interior que le decía que l
mbló ligeramente, aunque intentó mantener la
e Victoria no sabía descifrar completamente. Pero había una certeza en sus ojos. É
esto a afrontar las consecuencias de lo que estaba proponiendo.
tracción que entre ellos crecía cada vez más fuerte. Pero la parte racional de ella la mantenía firme, recordándole que este no era un terreno en el que pudiera moverse con libe
ndió, en un tono bajo. -Sé lo que ves,
ritmo de su respiración, lo suficiente como para que el espacio entre ellos fuera prácticamente inexistente. -Lo que veo es que sigues huyen
staba desvaneciendo frente a ella. Sabía que, si daba un paso más, ya no podría regresar. No podría mantener el control. Pero lo que él decía e
u cuerpo, la intensidad de su mirada. El tiempo parecía detenerse por un instante. El deseo entre ellos era palpable, como una electricidad
un susurro grave que le hizo estremecerse. -Sé lo
o para el respiro, no había lugar para las dudas. Todo lo que había intentado mantener alejado estaba
la con un gesto tan tierno que la sorprendió. Ella se quedó inmóvil, incapaz de apartarse, incapaz de responder. La c
i inaudible, como si estuviera buscando una respuesta, una excus
ugando en sus labios, pero en sus ojos había una r
. -dijo él, su voz baja, casi un susurro. -Y s
trayéndola hacia él, y antes de que pudiera protestar, sus labios encontraron los de ella en un beso intenso, profundo, que no dejaba lugar a dudas. El mundo exterio
eseo la arrastrara, sin importar las consecuencias. Porque, en ese momento, solo existía la sensación de