EL GERRERO DE MI CORAZÓN
perdidos, decidió Mike, mientras llevaba dos platos con estofa
ados y enrojecidos. Cómo se las arreglaba para estar tan preciosa, incluso regia, después de su arrebato emocional, era un mister
n dejar de olisquear. El perro se acostó, puso la cabe
-gruñó Kamila
e dado d
h.
un general de cuatro estrellas, por lo que imaginó que estaba acostumbrada a comer en restau
entarios, él se sentó al otro lado de la mesa en silencio
cucharada a la boc
aciones del ejérc
mó su a
en la planta de arriba cuando él habí
a muerte de mi madre -respondió ella, removiend
laba de su esposa en la cantina de Kabul, regresó a Mike con claridad. Se preguntaba si Coug
mo-. Te encontraré otra cosa -concluyó, aunque lo ún
cocinar mientras estoy aquí.
gua. ¿Cuándo fue la última
mestibles -deci
iempo voy
a lo agitó
trar al terrorista y de si pueden
uchara. De pronto
o hablar
ano había conspirado con otro hombre para secuestrarla, solo que el muchacho había
mandad del Islam. Es un
montón de terrorist
dre en Afganistán... atacándome. -Kamila se llevó una
uí -afirmó Mike, perturbado
ara detener las lágrimas
sto por sentirse tan involucrado. Est
ó el estofad
nzó a hablar, indecisa-, pero no tengo rop
rfecta y blanca había costad
ar -contestó Mike-. ¿
do loco a nadie en toda su vida, ni le había dicho que su casa era una casucha. Él había conseguido saca
n infierno. Al menos podría tratar de ser amabl
hombre del taxi
ara tragarse
ndo. No pude ver su cara, solo co
e nota de l
ió a agitar
si Eiker no hubiese cambiado de opinión -Se mordi
estaría medio e
iera ayudar a ident
capó de su cara
nductor del taxi me encontraría,
e a los fundamentalistas les gustaba jugar en el extranjero. Hasta la fecha, no era un pasatiempo de terroristas locales
ió a la estufa de leña, donde se ocupó de encender las llamas,
e envió mi
ncima del hombro, lo asustó. No habí
y se levantó para mirarla. Su primer impulso fue protegerla de l
I te estaba usan
e los pulmones, pero no
ientras la observaba, ella se abrazó a sí misma en un esfuerzo por sofocar los t
ada suplicante en sus ojos de un a
rtado en él unas emociones que había tratado de negar los últi
hacia la puerta. Lo que necesitaba ahora mis
guntó ella con una
e respondió sin
Mi
de la puerta, él
ró ella, perturbá
or
meterme en
o después de cómo la había tratado hoy.
abra, siguió adelante en busca del ai
cia, Mike caminó a través de los escasos y sombreados bosques hasta llegar a la roca del tamaño de un hombre que marcaba la prim
a no quería formar parte. Reclutar a Mike había sido la forma qu
a vida a cuatro de sus compañeros de equipo. Stanley lo sabía. Sabía que Mike no la cagaría de nu
lvo de sí mismo? Esa iba