EL GERRERO DE MI CORAZÓN
. Una mirada por encima de su hombro le reveló que Kamila McClellan había sucumbido al agotamiento. Ella yacía en una
Era obvio que quería permanecer despierta, probablemente, creía que era víctima de un secuestro. Aunq
sí que iba a hacer que su estancia en su cabaña fuera una pesadilla. Se estremeció al imaginarla en medio de un delirium tremens. Demonios, te
iba a cre
dido en Overlook Mountain por una razón: para mantenerse lej
los frenos, cambió la tracc
rta -la
avía estaba inconsciente, con la cabeza lax
rodilla, sin dejar de observar con cautela al perro, que parecía ser un
ito de asombro, gimió y se
cueto, abordando la empinada p
brillante armadura. Sabía que debía explicarle en qué había quedado su plan original con Cougar, per
unca le habría hecho el favor a Stanley de habe
u equipo iban a
o había dado un giro de ciento ochenta grados. Ahora mismo, el karma
era seguro que aquello no se parecía a las Montañas Blue Ridge. Por el camino había visto señales de Skyline
para que no tuv
un claro arroyo que caía sobre un lecho rocoso. A su derecha, una abrupta quebrada daba paso a un valle verde brillante, salpicado de pequeñas granjas y r
ngua como si hubiera sido frotada con algodón. Necesitaba un baño y un vaso de ag
el precipicio, llegaron a un te
la de troncos y un balde de lata oxidado llenaban el patio. La floración de la forsitia
asiento trasero y descubrió que sus piernas se negaron a sostenerla. A
ranúnculos amarillos y empezó a rodar sobre él. P
tó Mike mientras se
ta, a la espera de que sus piernas la llevaran hacia el porch
su progreso con los ojos entrecerrados. Cuando ella
ba compañí
la barandilla del p
isión de su padre, pero Mike era tan acogedor como un verdu
-le respondió él con sequedad. Luego, m
No iba a aventurarse en
nes, una mesa de café de madera cruda y una estufa de leña ocupaban la mayor parte de la sala. Había una mesa junto a la ventana delantera, flanqueada por sillas
os a las
ía perfectamente ordenada, sin una mota de polvo a la vista. Incluso el desgastado suelo de
le dijo Mike-. El
conducía a su dormitorio. A través de una hoja de madera entornada
poco hay radio, solo libros. Así que, si esperas entretenimient
miró fijamente. Guau. Dos
-le recordó-. Tú me
n dos los escalones que tenían enfrente. Kam
arecía ser la antigua buhardilla, ahora convertida en un espacio extra para dormir. La pintura descascarillada, el techo inclinado y la ventana daban a la habita
isgusto en la voz de Mike
Había visto cosas peores cu
as al baño -le ofreció,
nas. Justo en la mitad de la escalera, sus rodillas se negaron a sostenerla, por lo que tuvo que descender sentada
bro y todo su contenido se desparramó por el suelo, inc
Por cualquier milagro, no se había meado en los pantalones. Era consciente de que Mike había id
reguntó, inclinando su cab
e los nervios la
medios. Enseguida se dispuso a reunir todas sus cosas y guardarlas en su bolso, como el tampón con el envoltorio desga