Una noche por contrato
e una antigua vía de comerciantes que cayó en desuso. Los campos de lavanda eran de un com
r para decoraciones y remedios caseros. También se contaba que las antiguas
ria del sitio- Y mejor aún: ¿cuánto más debemos caminar? Mi amiguito -se agarró
garré a su
sado. Caminar lo ha
nte sonrió
e confirmé y s
posesión del sitio, aunque los surcos de lavanda se mantenían bastante limpios, al parecer por los pocos campesinos que aún recogían flores allí. El olor de las flores inundó mis sentidos. La brisa movía los ramille
l pantalón. Su miembro que pareció estar dormido hasta el momento regresó a la vida entre mis manos. Estaba pringoso por su preseminal, así que me puse de rodillas y comencé a engullirlo. Cada vez que lo succionaba parecía crecer más y más. Diego me tomó del cabello y me obligó a tragarme su miembro erecto. No
dad que me recorría a cada lametazo me hacía quererlo dentro de mí. Entramos de un tirón
agarró por los glúteos para acercar mi clítoris a sus labios. Comenzó a succionarlo; golpeaba, lamía, mordisqueaba con sus labios. Al cabo de unos
izada, poderosa. Él se lanzó sobre mí y comenzó a besarme el cuello. Ahora
ón y métela -l
e estaba muy mojada: su miembro entraba y salía como un cuchillo caliente cortando mantequilla. Diego gemía más fuerte por cada vez que entraba en mí. Al principio la metía y sacaba por completo. Luego fue aumentando el ritmo y me daba más y más duro. Estábamos sudando, mis senos se bal
ntalones puestos y el torso desnudo. Debo reconocer que tampoco tenía un cuerpazo atlé
empo en la ciudad?
or parte del tiempo viajando
sus pezones. Avancé con mis dedos hasta su
tan los
¿A
ificado distinto para mí, ¿sabes?
se inc
y tengo comprom
a incorporado y se sacudía los restos de lavanda seca d
os de aquí?
etera y pedimos un taxi por alg
-me dijo
o est
uando llegáramos a la carretera. Salimos del campo de lavanda en silencio, pues él se notaba incómodo. Sin embargo, tenía
co más de su personalidad: muy espléndido para manipular a
acer conocerte y el sexo... ¡uf! Pero creo que no vamos a vern
uí adelante, cada vez más separada de él, hasta que llegamos a la carretera. No pasó ni un minuto cuando vimos que el auto llegaba. Me monté