EXILIADO:La sangre del monarca
no contra la piel de su mejilla r
Bae Jung. Su cuello crujió en medio del golpe, y por inercia el hombre que antes se había exaltado con toda prepotencia contra el puebl
ran ventana tapada por tablas de madera a las espaldas de
fríos que lo azotaron una y otra vez al hombre de los anillos. Retrocedió por los tre
su cuerpo de paciencia para lidiar con un
o ahora me dices que un idiota con máscara hirió a mis hombres para hacer "justicia". Ese estúpido pueblito ahora piensa que si uno se re
ncerada. Los dedos llenos de anillos del hombre temblaron buscándose ent
e falla
lgar de su mano izquierda. -Pero - Lo miró. -Tienes suerte. Por qué ahora tú buscarás a esos dos hombres y destrozaras sus cabezas frent
sí s
.
rdín Gyeonghoeru. Había escuchado que las jóvenes de la selección da
un Hanbok de tela verde esmeralda oscura, con las botas más pulcras
caminar, sus espaldas estaban rectas y perfectas como una tabla de madera, y al contrario de la primera y anterior vez que las vio
feas. A las pobres muchachas le habían quitado parte de sí mismas y convertido en el mismo prototipo para la conveniencia
bres que estaban encantados con mujeres como ellas. Pero a él no le gustaban las pasas, y t
da a la tela una hoja - de esas que se te pegan en la ropa- y trataba con sigilo sacar
ma Superior, girándose hacia el príncipe. El hombre se aferró al baranda
ad que tenía esa mujer de atraerlo sin pensarlo, robando incluso sus pensamientos más recurrentes que habían estado latentes hace años. Todo lo que hacía
mente ine
nrió y continuo su caminó. El príncipe soltó una leve risa, y Park Haneul que no había desviado su mirada de
.
ces. Con el pie izquierd
ad, solo con una hoja arrugada en mano y una dir
mbre de unos cincuenta años, alto y de barba descuidada, co
palabras sonaron rasposas, como
el hombre asintió, más no dijo nad
fugaz segundo, pero su rostro se e
rlo. - Se apresuró a decir
tra vez el cartel que colgaba de la puerta, y luego las casas a su alrededor, efectivamente era la calle 45, y era la última casa que faltaba por tocar. A
Ki-Young. Él, tení
arriba abajo rápidamente y se detuvo en el lugar dónde tendría que estar su pierna derecha. Subió la mirada lev
el hij
in
er un hombre viejo, se notaba que no era la edad la que había caído sobre sus hombros
en una de sus manos. Había olor a humedad mezclada con un incienso fuerte que hizo picar su nariz, más procuro disimular. Estaba muy oscuro para ser de día, y todo allí tení
voz arrugada el hombre, pasando de el para guiarlo con la cabez
padre en todas las casas de la
que nadie lo sepa, ni siquiera su propio hijo. - Comentó y le indicó
Para qué has v
se había secado de repente y una voz en su
del difunto príncipe Min. Pero hay una serie de cosas que nunca han cuadrado para mí, sé que no murió por eso esa noche... - Deba
obre la mesa oscura, y los dedos apretándose entre sí s
n haya tenido mi pa
, pero esto va más allá de mi amistad con él. Entiendo que quieras r
n grave era el asunto? ¿Qué tan
quieres
l medio así como muchos otros...-Suspiró. - Si descubres que paso con Ki-Yo
intió perdido. El hombre asinti
bor amargo subir por su garganta hasta su lengua. Era un tabú hablar sobre la muerte
ese día. El príncipe tenía sus propios
spués de todo era el trabajo de t
a la fam
oche, no fue coincidencia. ¿Pudo haberlo llamado
uardias que el palacio tenía. Hubieron guardias del palacio del rey, y de la reina, ellos no pertenecían al pabellón del
incendio no fu
soltó una
El que haya creído esa f
que nadie reproche lo que
verdad conlleva mucho en juego. Dime una cosa, ¿Tienes
bo? -El asintió. -Es un reg
unos segundos. -No creo que est
su padre. Se lo mostró dejándolo sobre la mesa. El hombre al verl
nía enredado en la muñ
bre conocía a su padre mucho más de lo que él lo hacía, y eso
de lejos y supiera su significado. Me intriga saber por qué escogiste un lobo, su
la cabeza, por qué el parecí
mún y corriente, pero si lo giras verás una pequeña piedra negra que se ilumina de color rojo a la luz de la luna. -