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EXILIADO:La sangre del monarca

Capítulo 5 CAPITULO 4

Palabras:2397    |    Actualizado en: 22/02/2021

a, y la cabeza mirando el suelo. El primer ministro Park miró al señor Kim con un ligero asombró, en c

mujer educada, sino por qué sabía que ella en un principio no lo hubiera hecho, p

lpas... - Ye-sol se había reincorporado, más aun así se mantuvo cabizbaja. - Siento

rvando la oculta sonrisa que su padre

lo dis

una risa nerviosa

jaremos la fecha del compromiso para más adelante, cuando haya culmina

, pero aun así ella no se sentía más tranquila. Con c

i propia tumba. No estoy

largó un

u hijo se marcharon. Y ella

antar, y las ranas croar. Esquivando mirarle directamente, sus ojos miel se perdieron temerosos en el árbol de cerezo que se hallaba a su izquierda, a unos centímetros de la gran pared. Cómo si ese hermoso árbol de flor

- Lo escuchó decir. Le recorrió un escalofrío, y entrelazó

antenerle la mirada

Mír

unos segundos, pero no pudo ganar a la feroz guerra que se desataba en lo

gar con alguien que te cuide y te ofrezca lo que

lla iba a escucharlo esta vez, no le dejarí

da uno de tus caprichos. - Él se fue acercando lentamente, arrastrando los pies cont

sient

iar el mundo, su carácter indomable y testarudo que le sacaba de quicio. Y ahora, verla ahí nerviosa y balbuceando disculpas luego de haberse comportado tan gros

cepción. No despegaba la mirada de su hija, quien evitaba enfrentarlo y jugaba con sus manos como si tuviera

con lo que se encontró la hizo sentirse peor, por qué ya no tenía la excusa de enfadarse con él por su enojó, al c

anos agarradas detrás de su espalda. Ye-sol oyó la puerta cor

entí

u padre sacarla de allí. Ahora que él se daba por vencido con ella, no sé sentía como pensó que se sentiría

. Su padre más de una vez se había comportado horrible con ella, ¿Por qué ahora sentía tanto remordimiento cuando él nunca parecía tenerlo? ¿Por qué se

spere tanto tiempo por oír e

undo cruel envuelto en críticas y espejos, que la había destrozado más de una vez, diciéndole entre risas y miradas de despreció que ella nunca sería parte de ellos. Su padre, pese a todo, jamás

e rindió

con la luz de la luna menguante, sobre su cabez

o que soy yo la equivocada, tal vez por una sola vez

e a lo largo de esos años ninguno había dado el brazo a torcer, ambos eran orgullos, tercos y confiados en que la tenían razón. A diferenc

día volver a respirar, entendió que no llegarían

ener que ver otra vez esa mi

portunidad y dejaba de cerrarse solo en lo que ella qu

dad a Bon Hwa. Lo in

provincia de

de J

harlaban sentados en una mesa de madera, sob

a oficina del magistrado no va a tolerar qu

estén contr

us manos sobre la mesa - Entre las promesas de un rey enfermo, y uno

sabía la respuesta, había sido testigo de ello y su amig

cada noche, robándose sus sueños para corromperlos en la única pesadilla que

o y el dolor. Pero sobre todo, la herida que se extendía en una línea sobre su ojo derecho, quitándole el aliento

s sintió la ligera prominencia de la sensible piel arrugada. Tod

r le re

rumpirlo. MinJoon al oírlo, apoyo su mano s

le entrego un papel doblado en dos, del fondo de su manga. - Cuando estuve en la capital vi a dos hombres de l

n. El sentimiento que lo había abrumado segund

durante la era de la Silla unificada, y liderada por el primogénito lineal de la f

el control del Rey, que controlaba los impuestos y los ma

los más poderosos de Joseon. A MinJoon le recorrió un escalofrío repentino, no supo si

mbos grupos, sería

do. - Concluyó MinJoon tras largos se

, entendiendo que la mis

é co

o miró i

palabras. El uso "reconocen" pero esa palabra iba sin la "N"

ries

que limitaba con la capital, perdido entre los humildes pueblerinos del pequeño pueblo, que ni siquiera habían tenido la cortesía de conocerlo, culpa suya claramente, no era que el

do tras las puertas que no dejaban a

riesgoso, Min

qué no era nadie, pero había alguien q

n, y eso era suficiente para seguir

a sobre la mesa, y lo miró unos cuantos segun

eza de sus palabras le dolieron. P

ó el entrecej

o. En el pueblo puedo ser fácilmente uno más. Eso nos da un gran punto a fav

tornaron m

e mantenía su alteza, le hacía temblar incluso más. Por qué si algo sabía, es que cuando sus ojos brillan en una oscurida

ha de

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