EXILIADO:La sangre del monarca
provincia de
se
del re
años
ojo cereza que esperaba. Tomándolo con unas pinzas, lo dejo sobre el yunque, tomo de un
upado del jinete, su rostro se ensombreció de inquietud. El cabello se detuvo
l que la espada que forjaba sobre el bloque macizo de hierro. Inquieto y ansioso por saber
dió a su saludo con un asentimiento rápido y nervioso, sus ojos negros afilados como ojos de gato, lo miraron dese
perplejo unos segundo
a mu
te y el muchacho ante es
encuentra gravemente enfermo, los seis ministros le exigen qu
o jamás había evitado que sea proclamado rey de Joseon. Aun así, la enfermedad que desconcentraba su mente de los de
la vida de su propia sangre para conseguir lo que más anhelaba en la vida; el trono. Y él, era testigo en carne propia de ello, pues alguna vez también fue príncipe, y se le fue arrebatado y condenado a viv
é que te has arries
s mayor que él, lo había visto convertirse poco a poco en hombre, en un mundo del cuál el jamás estuvo acostumbrado - ni del cual tampoco debí
.
Gyeong
ongjeon, residen
n apuro. Cómo cada día y noche, se arrodilló frente a la
e puede oírme, le suplico que no c
la reina, estiró una corta sonrisa. Ella le res
ue no pue
pe Hyun, tu
egó con
iego el trono a mi propio hijo? ¿
el rey, sin embargo la inquietud en su corazón no la d
s ha costado. - Una lágrima corrió por su mejilla, gota que e
wang no tuvo la culpa. Sé que es demasiado frío para estar en el trono, su orgullo no lo
e... Por qué mi Joo
n el pecho para el rey. Abatido por la angu
si dijera un "lo siento" sin palabras. Y sin más se levantó. Al salir de sus aposentos junto con sus
ndonar la residencia del rey, se dio cuenta que por más que luche, la angustia al ver el rostro de tu
.
s labios callando una maldición. El hombre que trabajaba
le incumbe hasta averiguar lo que quiere. - Masculló el príncipe Kwang rodando los ojos por todo el lugar. Regr
su cabello negro largo hasta debajo de los hombros se movió, rebelando en la parte baja de
murmuró entre la
rrumpiendo mis planes. - Suspiró - Esperemos que la inteligenc
.
l, es la carta de presentación y la qu
caminaron como se les había enseñado. La primera, hija del primer ministro, Park Haneul, era la más apta para ser la esposa del futuro rey. De una belleza natura
ombros bajos, la cabeza inclinada y la espada encorvada, dio un paso al frente con pereza. Una cortesana, la superior que dirigía las damas de la corte en el pal
do los ojos con diversión. Así como había alguien con un puesto asegurado como reina, así también estaba la que "nunca" iba a casarse por lo desastrosa y desvergonzad
vergüenza, Ye-sol sol se levantó. La cortesana, se
etiendo el mism
No he dormido b
as. - La interrumpió con un gesto entre cansado y estricto. Poco a poc
Se disculpó con
ugares, practicar
revocó mirada en ella, más sin embargo su compañera al lado, la
to Ye-Sol, no puedes obligar
, y girando su cabeza para mir
ser honesta, que ser h
a más que una máscara, la hija del cuarto ministro ocultaba un ser despiadado y malhumorado que pocos sabían. A Ye-sol no le
nzas con tu presencia. Ni el más alto títu
solo un espejo para borrar lo desagradable que pueden llegar a ser las personas. - Se defendió Ye-sol. La hija del cuarto m
tratas
- Escupió sin delicadeza. Park Haneul, quien hasta entonces ha
otar su madurez ante las dos chicas que se asesinaban con la mir
inistro hervía como una oll