Un taxi pasaba velozmente por un viaducto. Adentro, se encontraba una chica en el asiento trasero.
Las luces parpadeantes brillaban sobre la nota que sostenía en su mano. Esta decía: '11 en punto de la noche. Habitación 8888, piso 28 del hotel Hilton'.
Una lágrima cayó sobre el papel, lo que hizo florecer una húmeda mancha. Ella se secó las lágrimas a toda prisa, pero la tristeza y la amargura permanecieron en su corazón. Sus hombros empezaron a temblar mientras lloraba en silencio.
"Señorita, ¿se encuentra bien?", preguntó el taxista mirándola. Lo más probable es que estuviera pensando que era rara; llevaba un elegante vestido pero tenía una expresión asustada. Ella sostuvo la nota con más fuerza. Incluso le había tomado unos minutos decirle al taxista el nombre del hotel al que se dirigía, como si fuera una turista.
"Estoy bien. Solo…me duelen los pies", respondió Nina Bai en un balbuceo. Luego, siguió secándose las lágrimas presionando la nota ya arrugada sobre sus rodillas.
Aquella noche era la primera vez que Nina usaba tacones de ocho centímetros. El dolor en sus pies era insoportable, pero no más que el terror por lo que estaba a punto de suceder.
"Recuerda, no lo hagas enojar. Tiene mal genio pero es muy generoso. Lo necesitas para tener el dinero de la operación de tu hermano menor. Sabes lo difícil que es encontrar un donante compatible de riñón. Si no pagas a tiempo, el hospital no se lo dará. No vas a tener tanta suerte la próxima vez".
Las palabras de Daisy resonaron en su mente. Esta también había estado en el hospital por uremia pero, a diferencia de Nina, a ella no le faltaba dinero. Solo había tenido que esperar a un donante de riñón que sea compatible. Sin embargo, Leon, el hermano menor de Nina, ya había perdido uno porque pudieron pagarlo. Y a pesar de que habían logrado conseguir otro donante, seguían sin poder cubrir los gastos. Solo que esta vez Daisy le dijo que debía hacer todo lo posible para asegurar ese riñón, incluso prostituirse.
Por supuesto, al principio, Nina se opuso; pero tras mirar el rostro hinchado de su hermano, así como sus extremidades, supo que tenía que tomar aquella difícil decisión.
"Mira, no te estoy obligando a hacer nada. Todas las chicas que he presentado a los clientes tomaron su propia decisión. No quiero destruir lo que queda de tu inocencia pero, ¿qué podemos hacer? Así es como funciona el mundo en estos días, y ustedes son huérfanos. ¿De qué otra manera puedes salvar a Leon? Aunque seré honesta: si no fuera por tu cara bonita, ni siquiera te recomendaría que lo hicieras. Pero piénsalo. Puedes conseguir trescientos mil de la noche a la mañana. ¡Pocas mujeres han ganado tanto dinero tan rápido! Además, muy pocos hombres pueden pagar tal cantidad. Niña, este hombre no es una persona común y corriente. No puedes usar esa ropa para conocerlo. No te preocupes, te conseguiré un vestido elegante para que lo uses. Vaya, vaya. Menos mal ya tienes dieciocho años".
Las palabras de Daisy siguieron persiguiéndola. Arrugó la nota y se dijo a sí misma: "Puedes hacerlo, Nina. Hazlo por tu hermano. Es solo por una noche, tú puedes. Simplemente reprime el dolor y aguanta".
De repente, se fue hacia adelante mientras el sonido de frenos le perforó los oídos. Miró hacia arriba justo a tiempo para presenciar la conmoción.
¡Bang! ¡Bam! El impacto hizo que el taxi diera media vuelta, lo que resultó con la cabeza de Nina golpeando el asiento frente a ella.
Afortunadamente, el auto patinó hasta detenerse. Además, había sido lo suficientemente precavida como para abrocharse el cinturón de seguridad. De lo contrario, habría ocurrido una tragedia. Aun así, le empezó a doler mucho el golpe, por lo que se cubrió la frente con la mano y miró al conductor. "Señor, ¿se encuentra bien?".
Este agitó la cabeza para despejar su mente. Luego, murmuró que estaba bien y abrió la puerta para revisar la gravedad del choque. Resultaba que habían chocado contra un hermoso auto deportivo. Nina no sabía mucho del tema, pero resultaba evidente que era muy costoso. Desde su asiento, pudo ver al taxista palidecer.
No obstante, ella no podía esperar a que el taxista resolviera ese asunto, así que abrió rápidamente la puerta y se bajó del taxi. Solo tenía media hora para llegar al hotel.
"Señor, aquí está el pasaje. Tengo una emergencia, y no puedo quedarme con usted...", dijo Nina dándole unos billetes cuando, de repente, un hombre muy guapo bajó del auto deportivo. Era alto y delgado, con un largo cabello que enmarcaba su rostro esculpido. Apenas los ojos de Nina se encontraron con los de él, su mente se quedó en blanco. "Bobby Teng", susurró, reconociéndolo.