Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Novia del Señor Millonario
Extraño, cásate con mi mamá
No me dejes, mi pareja
El réquiem de un corazón roto
El dulce premio del caudillo
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
Diamante disfrazado: Ahora mírame brillar
El suave «tic-tac» de un reloj de pie llenaba la silenciosa y amplia cocina, en la que Ariadne terminaba de preparar su cena de aniversario.
El melódico tono de su teléfono rompió el silencio, y, sacudiéndose las migajas de las manos, estiró una para agarrarlo.
Había estado esperando esa llamada.
"Hola, ¿sí?", saludó con una alegre sonrisa.
"Señora. ¿Ariadne? Llamamos para informarle que el pedido personalizado, encargado hace unas semanas, está listo. ¿Le gustaría proceder con la entrega?".
"¡No!", rechazó por instinto. Hasta parecía una actitud cotidiana.
Aunque había estado casada por cinco años con Lucien Albrecht, un importante hombre en la industria de los negocios, nadie lo sabía.
En otras palabras, a pesar de ser su esposa, todos pensaban que estaba sola.
Y luego de tanto tiempo casados, él nunca le había colmado con el afecto que ella quería. Pero tampoco lo esperaba. Después de todo, en ese momento, sólo se habría casado con ella para cumplir el último deseo de su madre.
Estaba consciente de que su matrimonio no había tenido un inicio perfecto, pero estaba dispuesta a esperar el día en el que él la mirara y se diera cuenta de lo que tenía en frente.
No quería nada más. Sólo eso.
Luego de tanto tiempo, al fin había logrado que en su noche de aniversario, él aceptara cenar con ella. Claro, no quería que sus esfuerzos fueran en vano.
"No se molesten, yo pasaré a buscarlo de inmediato", respondió. Tenía la esperanza de que esa noche le brindara a su matrimonio un nuevo comienzo.
Al llegar a la relojería, miró su reflejo, arreglándose el pelo castaño antes de entrar. Sin embargo, ni bien pasaba por la recepción, la conversación de las vendedoras captó su atención.
". No es broma. Vi al señor Albrecht en el Restaurante Rose Garden. Estaba con una hermosa mujer", susurraba una de ellas, que era gordita y de piel morena.
"¿Qué? ¿Lucien estaba con una mujer?", repitió la otra.
Parando la oreja, Ariadne escuchó los chismes sobre su marido. Según su memoria, él odiaba las interacciones con las mujeres, incluyendo a su esposa.
Pensó que esa vendedora de seguro se estaba inventando un rumor para llamar la atención.
Ignoró la conversación, dispuesta a seguir con su camino. Sin embargo, la mujer regordeta emitió un chillido.
"¿Es ella?", preguntó mientras apuntaba su dedo índice a la pantalla del teléfono de su amiga. En él, se podía apreciar a una hermosa mujer de pelo negro.
Sus facciones sólo se podían definir con una palabra: Celebridad.
"Sí. ¿No fue su amante hace unos años? Es Octavia Barrette, una estrella en ascenso", siguió emocionándose al reconocer a la dama de la imagen.
Ariadne sintió como si el suelo se hundiera bajo sus pies, y como si todos los sonidos de su alrededor se desvanecieran.
¿Octavia Barrette?
No podía ser cierto. Se negaba a creer lo que esas personas estaban diciendo.
Cuando se casaron, Lucien y Octavia ya se habían separado debido a la enfermedad de la segunda.
Recordaba lo decidida que estaba esa mujer a pesar de lo mucho que su esposo sufría por ella. Así que él nunca volvería con quien lo había abandonado hacía tantos años.
Pero por más que intentaba convencerse a sí misma de eso, se encontró llamando a su esposo al segundo siguiente.
Parada en el mismo lugar, escuchó el timbrado que nadie contestó. Intentó volver a llamar, pero la historia se repitió. En el tercer intento se detuvo y decidió colgar.
«¿Qué haces, Ariadne Albrecht?», pensó. Soltó una risita mientras volvía a guardar su teléfono celular.
«Estás aquí escuchando rumores en lugar de ir a buscar el regalo de Lucien. Ve a lo que viniste», se regañó mientras enderezaba la espalda.
Luego de convencerse de que la vendedora se había confundido de persona, decidió dejar de perder tiempo y se dirigió a la entrada principal. Recogió el presente. Luego, volvió a casa.