Mi Esposa Robada

Mi Esposa Robada

Gavin

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Capítulo

El día de mi boda, el sol brillaba y yo esperaba en el altar, con el corazón rebosante de felicidad por Sofía y por los cinco años de esfuerzo que nos habían llevado a este momento, a nuestro piso y a nuestro futuro. Pero Sofía no llegó para casarse; corriendo por el pasillo, con la cara llena de pánico, me anunció que su exnovio Leo, el "artista torturado" del que siempre me hablaba, había tenido una crisis y tenía que ir con él, abandonándome allí mismo, frente a todos. La humillación fue instantánea y atronadora, y días después, Sofía confesó lo impensable: había vaciado nuestra cuenta conjunta, mis 20.000 euros, para pagar los tratamientos y deudas de Leo, convirtiendo todo lo que habíamos soñado en una cruel estafa. ¿Cómo pude ser tan ciego? No solo me había robado mis ahorros, sino también mi dignidad y mi pasado; ¿era nuestra relación solo una farsa, una manipulación que duró cinco años? Pero ya no sería el tonto; exigiría lo que era mío y reconstruiría mi vida, y justo cuando creía haberlo perdido todo, el destino puso en mi camino a Isabel, la abogada brillante de la universidad que guardaba un secreto sobre mí, y que se convertiría en mi inesperado ancla y mi mejor arma en esta nueva batalla.

Introducción

El día de mi boda, el sol brillaba y yo esperaba en el altar, con el corazón rebosante de felicidad por Sofía y por los cinco años de esfuerzo que nos habían llevado a este momento, a nuestro piso y a nuestro futuro.

Pero Sofía no llegó para casarse; corriendo por el pasillo, con la cara llena de pánico, me anunció que su exnovio Leo, el "artista torturado" del que siempre me hablaba, había tenido una crisis y tenía que ir con él, abandonándome allí mismo, frente a todos.

La humillación fue instantánea y atronadora, y días después, Sofía confesó lo impensable: había vaciado nuestra cuenta conjunta, mis 20.000 euros, para pagar los tratamientos y deudas de Leo, convirtiendo todo lo que habíamos soñado en una cruel estafa.

¿Cómo pude ser tan ciego? No solo me había robado mis ahorros, sino también mi dignidad y mi pasado; ¿era nuestra relación solo una farsa, una manipulación que duró cinco años?

Pero ya no sería el tonto; exigiría lo que era mío y reconstruiría mi vida, y justo cuando creía haberlo perdido todo, el destino puso en mi camino a Isabel, la abogada brillante de la universidad que guardaba un secreto sobre mí, y que se convertiría en mi inesperado ancla y mi mejor arma en esta nueva batalla.

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El olor a metal y la sangre llenaban mis pulmones. En mi vida pasada, morí sola en la carretera, abandonada por mi hermano Mateo y nuestra prima Isabella, quienes se negaron a llevarme al hospital. Dijeron que exageraba un dolor de estómago para arruinar la fiesta de cumpleaños de Isabella. Era apendicitis, que se volvió peritonitis. Vi mi propio funeral, a mi abuela Elena destrozada por el dolor, y a Mateo e Isabella celebrando, destruyendo el legado familiar que tanto amaba. La traición me consumió, y mi abuela, con el corazón roto, me siguió poco después. Hasta ahora. Un chirrido de neumáticos y un golpe seco. El mismo accidente, el mismo día fatídico que me llevó a la tumba. Pero esta vez, estaba aquí, y mi abuela yacía inconsciente a mi lado. En mi vida anterior, la llamé a ellos primero, lo que nos costó todo. Esta vez no. Mi cerebro trabajó a una velocidad vertiginosa. No podía depender de Mateo, ni de Isabella. Saqué mi teléfono, llamando a emergencias, asegurándome de que esta vez, mi abuela viviría. Pero la supervivencia de mi abuela dependía de una transfusión de sangre O negativo, un tipo de sangre casi imposible de encontrar. Contacté a Mateo e Isabella, quienes compartían el mismo tipo de sangre, y les rogué ayuda. Ellos, ciegos por la codicia y la manipulación de Isabella, se burlaron, acusándome de arruinar su fiesta de cumpleaños. El médico corroboró la urgencia de sangre, pero respondieron con crueldad, colgándome. Me sentí completamente sola, con el pánico invadiéndome mientras buscaba desesperadamente donadores. Cuando encontré un donador, Ricardo, Mateo e Isabella lo contactaron, mintiéndole y persuadiéndolo de no venir. La vida de mi abuela pendía de un hilo, y ellos estaban dispuestos a dejarla morir por un capricho. Pero no esta vez. No iba a suplicarles. Iba a luchar. Ya no era la nieta ingenua que confiaba ciegamente en su familia. La muerte me había enseñado la lección más dura de todas. El dolor insoportable se transformó en una furia helada. Conseguí contactar a una red privada de donación de sangre y pagué una fortuna, era nuestra última esperanza. Cuando el Dr. Ramos, influenciado por Mateo, intentó evitar la donación, el infierno se desató. ¡No dejaría que la historia se repitiera! Mi abuela viviría, y ellos pagarían por todo el daño causado.

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