El rugido del oso pardo volvió a aterrorizar las montañas de Asturias, marcando el día de mi renacimiento.
En mi vida anterior, ese sonido me llevó a una falsa esperanza y a la traición de quienes decían protegerme.
Esta vez, con la memoria intacta, me negué a repetir los errores.
Mi abuelo estaba en peligro, y solo yo podía salvarlo de la fiera que asediaba su casa.
Diseñé un plan audaz y, a solas, me enfrenté al animal, que en realidad escondía un secreto atroz de mi hermanastra, Lucía.
Logré rescatar a mi abuelo, pero la gratitud familiar fue reemplazada por una rabia incomprensible.
Mi padre, Javier, apareció no para felicitarme, sino para condenarme.
Ante los ojos atónitos de todo el pueblo, me abofeteó, me arrastró por el suelo y me desheredó públicamente, acusándome de causar todo el caos.