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El Comendador Mendoza Obras Completas Tomo VII

Chapter 9 No.9

Word Count: 1269    |    Released on: 06/12/2017

diálogo de que acabamos de dar cuenta, Cl

ella había un velador con libros y papeles. D. Valentín esta

ia y cierto se?orío. Tendría Do?a Blanca poco más de cuarenta a?os. Bastantes canas daban ya un color ceniciento á la primitiva neg

omo los de su hija, tenían un fuego singular é indefinible, como si todas las pasiones del cie

a?os de matrimonio, y lleno después de consideración hacia ella, no s

o admirable entereza fuera de casa, donde la entereza, por grande que deba ser, basta con que dure un instante; pero en la casa, con la doméstica tiranía de una mujer dotada de voluntad de hierro, cuya presión

alentín era insign

, por decirlo así, muy correcto en sus modales, en su continente y en su habla. La dev

enitente y sin inclinaciones místicas y contemplativas. Ahora, por no desa

ezca y arruine más el brío y la fortaleza de los hombres que esta servidumbre voluntaria y espantosa, á que

en el cuarto, Do?a

has esta

n el nac

ia para dar paseos tan disparatados. Con ir

nosotras -dijo Clara, no atreviéndo

mó cierta expresión de sorp

acompa?ado en el paseo?

mamá: hemos ido

Por alguna fregona? ?Po

tonia tenía la jaqueca

nido con nosotras

én es e

dice que conoce á V., que hace poco ha venido á vivir á Vi

. Valentín, con cierto júbilo de sabe

: el Comendador Mendoza; un se?

á ver al Comendador, que vive sin duda e

ros padres no estuviera tan perdida; si las perversas doctrinas del filosofismo francés no nos hubiesen inficionado, ese hombre, en vez de vestir el honroso uniforme de la marina, vestiría el sambenito; en vez de andar

n su mente al Comendador como á un personaje endiablado; y, acordándose del

jores tiempos, cuando él estaba menos viejo y menos sumiso, se sentía, contra

e negaré yo que era algo esprit fort en su mocedad pero ya se habrá enmendado. Por lo demás, sie

iscretos y que no subordinan su juicio á los que saben más que ellos. Ya lo he dicho y lo repito: el Comendador Mendoza era un impío y un libertino, y seguirá siéndolo. Nosotros iremos á visitarle para no chocar, procurando no hallarle en casa y ver sólo á do?a Antonia y á su bendito marido. En cuanto á Clarita, se buscará un pretexto cualquiera para que no salga

compungieron y amilanar

da supieron

ulpa del Comendador y para que no se con

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