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El Comendador Mendoza Obras Completas Tomo VII

Chapter 7 No.7

Word Count: 2956    |    Released on: 06/12/2017

mismo padre y con el iluminado y ameno tío Gorico, el tiempo se deslizaba del modo más grato. Ningún deseo sentía D. Fadrique de ir á otro pueblo, abandonando

tulia hasta cerca de las once, que en 1794 era ya mucho velar. Dos ó tres hidalgos; otras tantas se?oras machuchas; dos jóvenes amiguitas de Lucía, sobrina de

tasen ó le disgustasen para fijarse en ellas, y con gran dificultad acertaba la gente á gustarle, y

aciones sirvie

de tacillas de cristal con almíbares diferentes. Cada tertuliano fué tomando en su asiento una tacilla del almíbar que más le gustaba. Las criadas de

ares eran de nueces verdes, de cabellos de ángel, de tom

o bebieron los caballeros; y por último trajeron el chocolate con torta de bizcocho, polvorones, pan de aceite y h

sta que dier

sillas pegadas á la pared, y todos sentados sin echar una piern

fresco, hubo alguna más

gar al caballerito qu

oro casi todos los te

de Meléndez,

iéndose al Comendador,- que este se?or es muy poeta y g

. Do?a Lucía. La amista

va á salir chasqu

- que dudo de que se equivoque, por ferviente que sea la amistad que

cítelos V.

nos, y que á V. que me fía, y á mí

ucía,- los últimos que

lar

impo

mesurada y cierta timidez que le hubiera hecho simpát

cido a

l lazo

o en onda

a la p

a sus galas

en la cele

noche

osa á su pa

fulgor, be

tiguo á susp

a la golond

nos difund

lma, el ciel

éfiro

hierba en l

do las temp

y aroma el

estación de

odo coraz

alma del za

erpetuo

o el dios lab

ia enca

iel esmero

la, á la ge

n Mirtil

nto, amistos

ue el za

rle no

n que piens

badán a

l zagal su

selva oculto

es de amor,

rancia virgi

cedor de

rendo la il

nta beldad t

, tesoro i

ejez m

pola d

a la pompa

co amor

e el sol

do seno es

rosa s

liz entre esc

ara yo qu

adorase:

erza y el val

trecho, car

i?e firme t

a á quie

ede el peso

r sus c

graves, el

ustio viejo

a de Pan su

el desmaya

rse en melod

del sáti

nte pie ma

ntra; y el

las Ménad

lébil s

ntes ayes t

isterio de l

ante el tirs

asta la cumbr

Qué demencia

por tí

mor, mi juv

rosas y de

ora una c

id al álam

punzant

rne el mural

esgo, q

mi amor po

bosque vencer

ror arrostra

de las

onceada

a terrible,

na el disco

garroc

la cerviz l

por la vej

to afán r

ientras yo, p

del mar de

para ver en

a al lobo

iel con plom

a alfombra

a ninfa

e delirio

viejo raba

he dado en ba

ves que por

e Minerva y

is copioso

padres

ién de mis

crueldades d

tu desdén e

ta tan bajo

razón, y ni

rabadán, ni

esto error,

Oh, rosa del

lar tu aroma

ecas ramas

per el broc

l, para dici

eras, si mat

te matas cu

nia prestaron atención durante la lectura; las se?oras mayores se adormecieron con el sonsonete; el se?or cura halló la composición sobrado materialist

go de la inspiración. Su cabellera negra, ya sin polvos, lucía y daba reflejos azulados como las alas del cuervo. Los movimientos d

cuello de su camisa y el lienzo con que formaba lazo en torno de él, estaban bastante bajos para descubrir la garganta y la cerviz robusta sobre que posaba airosamente la cabeza. La estatura, más bien alta que mediana

con la dulzura de la voz del se?orito que con el que nos atreveremos á ca

parte de los distraídos, era muy observador, y pr

ez, aunque, ni con mucho, tan buenos como los de Andrés Chénier,

o con ademán y gesto propios de quien entiende la poesía, y con cierta afición, que no atinab

que la miró concienzudamente por primera vez, y vió que era rubia, blanca, con ojos azules, airosa de cuerpo y muy distinguida. De todos estos descubrimientos no pudo

s diez se acab

có á los criados, y en compa?ía de tod

udiera pasar por merienda, para gente que comía entonces

y encontró ocasión de tener un aparte

ustan los versos má

nita desde la primera palabra que el t

tarme? Aunque criada en u

e no lo eres. Pero el que te gusten los verso

Garcilaso son mis predilectos entre los lírico

nto disimulo en una muchacha de diez y ocho a?os, que rezaba el r

odeos y perífrasis, y se fué brusca

: ?los versos que hemos

s par

espondió Lucía, sol

había de s

llo me conviene: por

be á Clori. Afirma vaga é indeterminadam

tío; V. me

hago j

V., ?de dónde sacamos á mi viejo

o creí haberl

taba en la tertulia m

?no soy

re V. deci

y conforme con la verdad todo aquello de que el viejo rabadán no puede ya con sus huesos, ni baila, ni corre, ni guerrea, ni es capaz de cazar lobos como el zagal. Con mi medio siglo encima, me apuesto á todo con el tal D. Carlitos. Todavía, si me pongo á bailar el bolero, estoy seguro de que he de

los no ha so?ado en V

se chico te quiere, que ha sabido que yo venía á pasar aquí un mes, que ha oído

; y, aunque dudoso de su recelo, algo picado de la desvergüenza d

llabermeja como V.: hace dos a?os que está establecido aquí, y merece, en efecto, las calificaciones que le prodi

dijo el Comendador recordando á su ant

quién es Clori? -

do Clori de tertulia; pero es mi vecina, y su madre consiente en que venga conmigo de paseo, en compa?ía de mi madre. Si ma?ana quiere V. ser n

n mucho

lo sabe en la población. Hay que tener mucho recato, porque los padres de ella no quieren más que á D. Casimiro y nada traslucen del amor de D. Carlos. Yo se lo he confia

ada. Te aseguro ya que me interesa tu am

á tener, apenas llegado, un secreto con su so

ás se retiraron cada cual al suyo, y durmió hasta las

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