Agua de Nieve
-lumbres de hogar
ntocando los montes, y sus flecos deshilachados permiten ver á Regina un reba?o que ondula lento por la
Cantábrico, tan voluble como soberanamente herm
que rueda por el valle marinero con agudo estridor, mezcla
o bulle y se retuerce en el sendero, bajo la fina gasa de la lluvia; madrugadora procesión en cuyo centro blanco los ojos miopes de la muchacha descubren, al cabo de no pocas dudas, el féretro de un
floridas bra?as; suben las olas á la playa rubia, y las voces de la campana á los nublados cielos... También sube, azaroso, u
sar?... ?Un ángel que ha volado á
y humilde que se agarra á las ondulaciones del camino, sube que te sube, ara?ando la tierra en el esfuerzo de la pendiente, que Regina abandona su observatorio
as de florido papel y el techo de cal, decorado por un friso y un rosetón de tosca factura. En un extremo se colocará la cama, con el recato de un gran biombo, y queda espacio libre para el diván y los sillones de sedosa tapicería, un
Regina-. Luego modificaré un poco todo el mobiliario, y cuando me
bitaciones en voz de mando, disponiendo mil novedades y trajines, estorbando las faenas de la servidumbre, y fatigándose inútilmente, sin haber hecho nada. De la impaciencia que la mue
ites le cerrasen todos los caminos de la tierra y allí estuviese esperándola su porvenir entero. Nada quiso saber de Torremar ni de sus habitantes, desde q
a pronta á lanzarse á la calle-; vendr
os balcones, baja al portal, hace preguntas referentes á cosas y familias de su pueblo, y se ríe sola, sin saber por qué, con
, Marta y Pablo, se instalasen en la casa de Alcántara con la doble calidad de familiares y
n tirante ufano para sostén de los calzones. En continuas zozobras vió la madre espigar al marinero, y siempre encontró amargo como el agua salina el pan difícil que se gozaba el hijo en ofrecerla. Marta, más joven que su hermano, se hizo moza ayudando á su madre á coser toscas prendas de la gente de mar, á zurcir redes y aparejos, ó á la o
era inteligente y graciosa, y Regina pensó, desde luego, convertirla en gentil camarera y adue?arse de su volun
ste... ?Tiene ?un á
e parecieron cosas admirables. El marinero estuvo más reacio á capitular en tierra firme. Se daba una fuerte rasquina de cabeza, no imaginando cómo á la se?orita l
baja en el gremio de pescadores, pero no en el Cabildo de marineros. Compraré un balandro; tú me darás lecciones de
an dulces ofertas, instaron á porfía para que P
o... si lo del ba
scador, el cual, no sabiendo qué hacer entre las suyas con aquel regalo