Agua de Nieve
s.-memorias y mudanzas
aquella última
llano, enhiestas hacia el cielo, ó asomadas con fugacidad en el camino.-Son pueblos; son mieses; son montes-iba pensando, cuando oyó en una estación el anhelado aviso: ?
os en Torre
sí? ?es
al andén, donde aguardaban unos parientes de Eugenia, encargados d
ia el mozo unos cumplidos difíciles, llamando con mucha finura ?do?a Eugenia? á su tía, mientras las do
que en gloria est
d se supo la desgracia del padre, únicamente. Eugenia les decía en su carta de avi
e ?acompa?ar en el sentimiento? á la se?orita, siquiera
tas de agua, mismamente... Y tú, Genia-continúa Dolores-, vendrás hecha una
su expresión sencilla las probabi
orremar con poca gallardía. Lleva el sombrero torcido y tiene una actitud de cansancio y pesadumbre, que le hace parecer casi una anciana. Emprende allí mismo con su prima una relación de penas, en voz sigilosa, mientras el mozo se hace cargo de lo
que van delante, á lento paso. Pero Regina sabe preguntar más de lo que res
e su respeto por la se?orita que ya en la infancia le había inspirado admiración y docilidad. Va respondiendo á todas las consultas de la
miento... ?Le han
antas sociedades: la de Socorros mutuos,
parroquial. Pero la to
iempo!... Tenemos una parroquia nueva, muy preciosa, co
go el muell
; rellenaron un trozo grandísimo y han hec
do se sale á
rchó usted, sólo que en medio han puesto la estat
Po
ra
veli
mpo
o?... ?
uno de los que
ini
Por la noche da miedo pasar cerca de él
pasea la gente e
a los jueves y los do
chas casa
nas; pero en el nuestro nada más qu
n en T
el padre no aselan en Madrid, porq
ué de l
que el chiflado de don Juan Ramírez. Están siempre juntos entre libros, pap
amírez? ?Eram
e usted lo qu
a, h
sa trem
ris
tri
uentes. Oye: el Casin
dan bailes y conciertos. Además, ?tenemos?
población está durmiendo. Apenas hemos encontrado gente.
bajando la voz, como si recordase de pronto
so mandato del ?escucho?. Y muy
l pueblo que
la botica ?de abajo?, y como hay tertulia ?se corrió? á escape. No hacen o
Vi
bía usted que
á decir que ven
?Mire, mire! ?Ve usted có
veo
r piso... Es el gabinete de lab
o se han
starían de atalaya para vernos pasar... ?Ah! ?Sabe quién se acuerda de usted muchí
nel!... Ya e
pero sigue ?hacien
las muchachas, y unas cabezas se perfil
brazo que Regina apoya en el suyo.-S
silencio con musicales trinos. Vibra el saludo en la obscurid
que la quieren ver á escon
fuman en la sombra, detrás d
iso cruzar las calles á pie, desde la estación hasta el viejo arrabal donde se yergue la casa nativa al socaire del monte, dominando la playa. Todo lo encuentra confuso y extra?o al través de la ciudad obscura y silente. Apenas si en la sombra se dibujan los contornos del caserío, en manchas densas, con bruscos
n á Dolores y á Eugenia, que con Pablo vienen detrás. Enciende el mozo su farol de aceite, necesario á los trasnochadores en el arrabal marine
har el brazo de Regin
stán en acecho de la
no empujado por una brisa acre y sutil, que en los huer
e la viajera, cuyo flotante velo de crespón va dejando una estela de curiosi