Agua de Nieve
ibarrola.-placeres del gran mundo.-lo
sue?o, sobre El Plata, donde Regina
oso agujero del sepulcro; tiene un miedo cerval á la Intrusa y se azora, con temor de precita, ante la idea de borrarse en el mundo
.. Quisiera ser un libro, un monte, un torrente, para tener siempre voz, siempre entra?as, siempre fuerza y poderío... En cuanto recobra algunos vigores se lanza de la cama con un impulso de terror y de altivez, recelosa y arrogante. Con las manos pálidas y temblonas se acaricia la frente, asegurándose de que todo está en su sitio allá dentro. Pero suspira adivinando que s
de los a?os y de la ciencia, le queda una sombra de crepúsculo. Y como la sombra es cosa espantadiza y pávida, la joven, al sentirla caer sobre su esp
plo de inmortalidad que le haya penetrado el corazón. Todo lo vió y lo toc
no de la viajera la devota lámpara de promesas eternales. Creyéndose poseedora de raros secretos de la materia, quiso aplicar aquella sabiduría á los espíritus, empezando por hacer un despiadado análisis del su
recobrar la salud, sus primeras ideas de sensatez fueron para pensar que el muerto había dejado su fortuna líquida y abundante, legada á sus hijos con todas las formalidades de la ley. También había pensado con descanso y fruición que era mayor de edad, tutora de Daniel
cciones inventadas por locos ó so?adas por ilusos, inverosímiles comedias de la vanidad mundana... Acaso Jaime la quiso á ella por antojo ó diversión, sin esa entra?able ternura del espí
almas que quieren emanciparse de la tierra, donde todo amor es costumbre, interés ó deleite!... Daniel y yo-seguía escudri?ando la joven-queremos á Eugenia, p
fugaz una de sus escépticas negaciones, y encogiéndose de hombros, con desdén de sí misma, declara:-Esto es lástima, es pena de ese ni?o infeliz que dan por muerto los sabios; que tiembla y gime á cada hora; es un alarde qu
en el grande y eterno amor, clave de la vida. Y sonríe meciendo la cabeza con incrédulo signo, porque está s
sas. Me casaré; pero quiero un novio de mis gustos, un hombre exc
trato y en ellos ha leído sus aventuras sensac
mente, con arrojo que decoró su pecho de heridas y galardones. Aventurero de noble estirpe, se arriesga ahora en una exploración peligrosísima por el interior del
avo territorio, y á sus primeras tentativas de avance entre las feroces tribus, Ibarrola se queda solo en la i
recobrar los bríos juveniles, después de la tempestad de sus pesares y dolencias, vuelve hacia el peregrino del Chaco las miradas curiosas, y anhelante le busca su imaginación cual si entre ambos existiese el tácito acuerdo de una cita en tal valle, en tal cumbre, en el suave declive d
n. Y según confidencias de los indios pilagas, sus adversarios en las frecuentes luchas intestinas de la comarca, los sanguinarios tobas habían dado cruel muerte al solitario espa?ol prisionero en sus tolderías. La trágica sospecha se extendió con rapidez emocionante
encias amistosas y plácidas, que preparando el porvenir tejía con el galante cumplidor de sus antojos, el infatigable compa?ero de sus jornadas inquietas. Mira en torno, y las figuras i
interés por el esforzado caballero, que la joven se detiene uno y otro día, lanzando desde el escondite de la breve playa sus agitados deseos en pesquisas veloces detrás del peregrino. Pasmados están Eugenia y Daniel de
to que en forma de amor la acompa?a y la abriga y la sostiene en medio del páramo de su mocedad, atenta al eco de unos pasos desconocidos, pronta á partir no sabe adónde,
aroniles, y entre sus curiosidades de coleccionista guarda epístolas amatorias escritas en todos los idiomas universales. Los nerviosos pies, conocedores de las más alta
quella ni?a que le servía de adorno como una flor exótica de feliz cultivo, linda mujer que cruzaba los salones elegantes con firme paso de alpinista y gracioso desembarazo de cortesana. Iba ella posando en torno suyo el grave misterio de unos ojos que parecían pensar siempre en otra cosa,
ter femenino mostrándose insensible á los halagos del éxito y la lisonja, sino que reveló unas grandes aptitu
traordinarias. Cuando los homenajes de que era objeto tomaban proporciones de pasión, ella deponía sus travesuras femeninas con grave continente, y si la
una romántica aventura de apostasía y matrimonio, cae sobre la cándida chilaba del africano la funesta sombra de una tremenda acusación política, y desaparece el buen mozo prisionero y celado sabe Alah en qué mazmorras inclementes... El esp
, lo menos ocho días... Allí en la extensa galería de tales membranzas, se esquiciaban en turbio desfile rostros sonrosados y jocundos de ingleses y al
congraciarla; dos bolivianos rivales se desafiaron en disputa celosa: el duelo era formal, y uno de los combatientes quedó con la cara partida por el sable enemigo. Como la se?orita había coqueteado un poco aquella vez, sintió el cordial impulso de correspo
las ponía la viajera, como un tributo, debajo de la imagen de
hacha, deliciosamente sorprendida-; esto lo teng
doradas. ?Mucho tiempo? son tres meses para aquella novicia de amor, para aquella ilustre confinada que, desd
da y rotunda dentro de un periódico, la tremenda noticia: ?Ibarrola ha muerto!
patriota, halla los restos mutilados del mártir, los ide
el altruismo y el valor de un extranjero caen en traición brutal bajo las mazas p
vaux fué asesinado al tratar de internarse en el territorio independiente. A la sazón, sobre todos los intentos de exploraciones en el Pilcomayo, quedará el prestigio de la nueva tragedia, porque la sangre hispana de Ibarrola, semb
o Ibarrola mártir insigne del Gran Chaco, espejo y orgullo de andantes caballeros. Y un legendario aroma de bizarría
niel, que, en pánico desconsuelo, la suponen definitivamente loca. Ella no se cuida de tranquilizarles. Les mira sin verlos; oye sus palabras y no las escucha. Huye del amor y de la muerte; huye velocísima; y estoica