- ¿Porqué tengo que ir a la ciudad?. Nana quiero quedarme contigo.
- Allí tendrás más posibilidades Ana. Tú tutora es una mujer increíble, no te hará falta nada.
- Podrás venir a visitarme cuando gustes.
Ana la abrazó fuerte.
- Te quiero nana, vendré a visitarte. Fueron las palabras de aquella pequeña joven, regalándole una hermosa sonrisa mientras sus ojos verdes se cubrían con lágrimas.
- ¡Vé, diviértete mucho!. Resonó en aquella habitación mientras aquella niña marchaba hacia su nuevo destino.
Estela lamentó tener que haberla vendido a aquella familia. Pero no vio otra opción, sus padres habían muerto y no había ningún pariente cercano. Era muy difícil poder alimentar otra boca más, su único hijo estaba enfermo y necesitaba comprar medicina.
Estela jamás se enteró sobre la verdadera identidad de aquella niña. De haberlo sabido, hubiese tomado ventajas de aquello. Colocó todas sus pertenencias y las cargó en un bolsito.
La niña marchaba muy feliz, tenía mucha curiosidad de conocer su nuevo hogar. La mujer que la acompañaba iba dándole instrucciones de como comportarse, Ana asentía sin problemas aquellas recomendaciones.
Ya a pocos kilómetros se veía aquella ciudad de la cual su nana Estela le había contado. El lugar donde crecería y tendría la oportunidad de poder casarse con un joven apuesto.
- ¡Ya llegamos Ana!, recuerda todo lo que te he dicho.
- Tienes que ser muy educada, ¡hablarás cuando se te diga!.
- Tú tutora la señora Juana; es una mujer muy recta, pero muy buena. En este lugar no te va a hacer falta nada.
- Tendrás hermanos…
- ¡Estoy muy feliz!, voy a jugar con ellos.
La sirviente omitió muchas cosas porque Ana aún era una niña inocente. Con el paso del tiempo si iría amoldando a este nuevo mundo.
De todos modos todas las personas que viven en los pueblos, venían a la ciudad en busca de una oportunidad de trabajo y sobre todo poder servir al rey. Ana era una joven muy privilegiada al encontrarse bajo la tutela de una noble.
Cuando bajó la pequeña niña de ojos verdes, quedó deslumbrada ante la enorme edificación y el lujo.
- ¡¡Wou!!, es hermoso, ¿aquí viviré?.
Una bella mujer se acercó a ella y la tomó de sus manos.
- ¡Eres muy bella Ana, tenía muchas ganas de conocerte!.
- ¿Tú eres mí nueva madre?.
- ¡No mí niña!, pronto la conocerás… Yo soy Marlene, una sirviente de la señora Juana, tu tutora.
- ¡Mí señora, ya hemos buscado a la niña como nos ordenó!.
- ¡Ahora no tengo tiempo para ver a esa chiquilla!, encárgate tú... Fueron las palabras de Juana.
Tenía un terrible carácter cada vez que sus empleados se acercaban a hablar con ella, cruzaban los dedos para encontrarla de buenas.
Solo había aceptado aquella chiquilla para quedar bien a la vista de todos. Su apariencia era lo que más le importaba y con ello alimentaba su ego.
Le gustaba estar en boca de todos, por lo que no quería mostrarse débil ante nadie. Hace un tiempo atrás había aparecido una mujer muy hermosa, que le quitó su lugar como reina. Juana, había sido la primera mujer del rey Federico. Pero no podía tener hijos, y por ello fue descartada por él.
Ella pertenecía a una familia noble, y muy rica. La nueva reina la había obligado a casarse con un hombre mayor a quién ella despreciaba.
...
Pasaron un par de años y Ana se había convertido en toda una señorita. Pero no era la única pupila que tenía la señora Juana, eran cinco en total.