Ur
La población de Ur se encuentra asentada en el fértil territorio sumerio, ubicado estratégicamente en la orilla del río Buranun, en su desembocadura al mar pérsico; sobre una vasta llanura rodeada de montañas, las cuales convierten al lugar en una zona casi inexpugnable por estos territorios. Su principal y único acceso es su imponente puerto sobre el río Buranun, que constituye la principal entrada y salida a la población. El territorio sumerio es una zona rica y apta para la incipiente ganadería, y la aún rudimentaria agricultura de su población. Los habitantes de Sumer son gente amable y pacífica, pero han demostrado que saben defenderse con ferocidad y valentía ante algún invasor; cosa que últimamente había estado ocurriendo. Pero hoy es un día tranquilo en el puerto.
Almea se encuentra esperando la orden de su padre para ir al mercado e intercambiar por víveres lo que han cazado. Su progenitor y ella salían muy de madrugada, casi a diario, para revisar las diversas trampas colocadas el día anterior; puesto que la caza es su principal medio de subsistencia. Esta vez han tenido suerte, atraparon tres grandes liebres, las cuales, luego de limpiarlas y despellejarlas; esperan intercambiar dos de ellas en el rudimentario mercado del puerto, por otros alimentos necesarios para su sostenimiento.
Su anciano padre es un hombre muy conocido en la aldea, apreciado y respetado en el pueblo; porque durante su juventud fue un gran guerrero defensor del puerto. Hace pocos años que había quedado viudo; para ese entonces, una rara enfermedad acabó con la vida de su esposa. Desde aquel día no le interesó más rehacer su vida. Toda su atención e interés está dedicada al cuidado y protección de su preciosa hija.
La joven Almea, a sus escasos quince años, ya denota una belleza única; la cual no pasa desapercibida por donde va. Posee unos bellos ojos color miel que deslumbran, un pelo castaño claro, largo y rizado; un hermoso rostro que le da una belleza de niña dulce en un cuerpo ya espléndido para su edad. "Atributos" que todo hombre no pasa desapercibido y que la han convertido en una de las doncellas más pretendidas del pueblo. Pero, al parecer, a la joven no le interesa nadie o, al menos, eso da a entender hasta ahora.
-Niña, ¿ya limpiaste las liebres? -pregunta con su acostumbrado mal ánimo su anciano progenitor.
-Sí, padre, ya está todo preparado, también tengo listos los forros con miel para la venta.
-Pues llévalo todo, y espero un buen intercambio. No vaya a ser que te encuentres nuevamente con aquel mercader avaro de la anterior vez.
-No, padre, confía en mí. Pasaré por su tienda sin detenerme, espero que sea él quien me proponga el intercambio, y si no es buena su propuesta no la aceptaré. Además, ahora no iré sola; vendrá conmigo Alfenón.
El padre, al oír ese nombre, frunce el entrecejo.
-Veo que muy seguido te haces acompañar por ese joven. No me gusta eso, creo que ya es hora de poner fin a esas continuas salidas con ese muchacho. De lo contrario, tendré que ser yo quien hable con él, es un muchacho de muy mala fama.
El padre de la muchacha se encuentra celoso de sus continuas salidas, sobre todo, de la preferencial amistad de su hija para con el muchacho. En realidad, el anciano, como todos en el pueblo, siente cierta admiración y aprecio por el joven. Pero, ahora que percibe que este está metiéndose poco a poco en sus vidas, causando cierta influencia en su mayor "tesoro", lo hace ponerse en alerta ante la evidente "especial amistad" entre los dos jóvenes.
-Tranquilo, padre, él es muy respetuoso conmigo. Además, sé cuidarme sola. Si alguna vez intentara algo raro conmigo, sabes cómo le saldría el atrevimiento -divertida le responde mostrándole el puño, tratando de calmar los celos de su progenitor.
Luego sale presurosa a cumplir lo encomendado. Lleva puesto su mejor vestido, el cual denota su hermosa y curvilínea figura. Sale deprisa, esperando encontrarse con su amigo Alfenón. Este es un joven alto y muy apuesto, que roba las miradas de las jóvenes del puerto. Con apenas diecisiete años es ya muy popular, pues goza de cierta fama, la cual le ha hecho ganar respeto y admiración a pesar de su juventud.
En su niñez había quedado huérfano al perder a sus padres en una invasión de los acadios al puerto, por lo que tuvo una infancia muy difícil y dura, pues desde pequeño se vio obligado a defenderse y a valerse por sí mismo. Esta difícil vida que soportó desde tan corta edad, le atribuyó inicialmente cierta fama de bribón y estafador. Pero, al ir creciendo y madurando, esas malas facultades las fue cambiando por actitudes más nobles, forjándole una fuerte seguridad en sí mismo; un carácter imponente, pero a la vez bondadoso con los más débiles y necesitados. Ya que, en su niñez, había sufrido en carne propia el abuso y atropello del más fuerte.
Todas estas cualidades ahora le son de mucho valor, sumadas a sus habilidades superiores a los jóvenes de su edad; sobre todo en astucia y combate. Desde muy joven se había enrolado al ejército, donde había demostrado en muchas ocasiones su intrepidez y valentía en la defensa del puerto de Ur.
-Pensé que no vendrías hoy -le dice el joven que lleva rato esperándola.
-Sí..., yo llegué a pensar lo mismo. Mi padre no decidía aún mi salida. Ah..., también me ha encomendado que me cuide de ti, dice que eres una mala influencia para mí -manifiesta con una sonrisa cómplice y su habitual buen humor hacia él.
-¿Eso te ha dicho de mí?, ¿tan mal visto soy para él?, ¿es posible que tantos años de conocernos no sé haya dado cuenta de que de los dos el más inocente soy yo? ¿Qué ocurre? Antes no decía nada y ahora... ¿a qué se debe su desconfianza? Su niña ya creció. ¿Teme que me robe y viole a su hermosa hija? -pregunta bromeando el joven, con una amplia sonrisa en su rostro.
-Eres un tonto y embustero, mi padre tiene mucha razón sobre ti - responde sonriendo la joven, dando por terminado el tema.
Llevan ya años de amistad desde que eran pequeños. Luego, al ir creciendo y llegar a la adolescencia, fue naciendo entre ellos una atracción, mucho más allá de la simple amistad. Pero ambos aún no lo demuestran, simplemente fingen una simpatía desinteresada; quizás por temor a la reacción opuesta del amigo de tantos años. Lo cierto es que forman la mejor pareja del pueblo donde han vivido siempre. Muchos, al verlos siempre juntos, presumen que ya ha "sucedido algo" en esa pareja. Sin embargo, entre ellos solo existe hasta hoy una sana e inocente atracción del uno hacia el otro o... ¿quizás amor? Con el tiempo lo descubrirían.
-Vamos, tenemos bastante tiempo y venderemos todo. Conozco a la persona que nos pagará lo justo. Luego podemos ir un rato a la playa si te parece.
El joven no disimula la felicidad que siente al estar al lado de Almea; pues es más evidente en sus emociones. En cambio, ella esconde muy bien sus sentimientos hacia él; aunque hace tiempo que le mira de una manera, más allá de la simple amistad. Por lo que, sin más, acepta complacida. Al llegar al mercado se internan entre el gentío lleno de mercaderes. El joven, cargando las liebres, la toma de la mano. Ella, gustosa y sin ninguna intención de oponerse, se deja guiar. Se dirigen hasta un puesto de hortalizas y cereales que conoce muy bien. Se aproximan hasta el puesto elegido y extraen del saco las despellejadas liebres para que el mercader las examine. El comerciante toma las presas, las revisa detenidamente, luego complacido en su interior. Aunque, demostrando menos interés del que realmente tiene, exclama.
-Son muy pequeñas -dice moviendo la cabeza negativamente-. Este es un pago más que suficiente por ellas; aunque creo que estoy siendo demasiado generoso en mi paga.