Pasaron dos semanas de la última vez que vi a Nathaniel. Ni siquiera me había molestado en mandarle algún mensaje o llamarle. Aunque sabía que no debía de hacerlo, siempre existía una parte de mí que quería llamarlo para poder verlo. Los primeros días no había podido sacar de mi cabeza el recuerdo de aquel beso. Después lo que no podía salir de mi cabeza era la incertidumbre y la sospecha de saber en qué estaba metido Nathaniel.
Entendí que no importaba cuando insistiera en saber la verdad, nunca me lo diría después de lo que me dijo esa vez aquí en mi apartamento. Quizá tenía razón y era algo que no debería de importarme, pero lo hacía, quería saber. Había tenido miedo, no voy a negarlo. Por un momento sentí miedo en que pudiera hacerme daño, al final cuando me convenció de que no podía saber lo que había detrás de esos textos supe que no iba a hacerme daño, pero el miedo de la idea de lo que podría ser en lo que estaba involucrado fue lo que me hizo tomar la decisión de no verlo de nuevo. Esa vez le dije que no pasara el sábado por mí como habíamos quedado, dándole a entender que entonces yo no podría seguir viéndolo. No quería eso, pero me preocupaba mi seguridad. ¿Había sido egoísta? Probablemente.
Los días siguieron lo más normal que se podía llegar a ser. Thiago no sabía absolutamente nada de lo pasado, tampoco se lo diría. Por supuesto que al día siguiente yo aún seguía procesando todo lo pasado, estaba tan distraída pensando en todo que fue imposible que mi mejor amigo no se diera cuenta de que mi mente estaba en otro lado menos en el lugar donde se suponía que debía estar. Yo me defendí con la excusa de siempre: tareas.
Era viernes, por fin estaba libre de tareas y trabajos, así que en cuanto llegué al apartamento decidí darme un baño caliente para relajarme. Después de eso me puse pijama y me tiré en el sofá a leer un poco uno de mis temas favoritos de lectura que era la historia y literatura griega. Había pasado horas leyendo, después vi algunos capítulos de La Ley y el Orden en la televisión. Justo cuando comenzó a atardecer escuché como alguien golpeaba la puerta. Me levanté con pereza del sofá casi arrastrándome con la manta que tenía encima. Al abrir la puerta vi a mi mejor amigo ahí, vestido con unos pantalones de mezclilla rotos y una camisa de un tono pistache, me miró de pies a cabeza y después se cruzó de brazos.
—¿Qué estás haciendo? —me preguntó y fruncí el ceño.
—Yo también me alegro de verte, Thiago —lo fulminé con la mirada y este carcajeó negando.
—¿Has visto tu celular? —preguntó esta vez y yo negué, me di la vuelta y fui hasta donde estaba mi celular al cual no había puesto toda mi atención en casi toda la tarde.
Diez llamadas perdidas de Thiago y casi treinta mensajes.
—Oye, eres peor que yo cuando se trata de llamadas y mensajes —reí negando y volteándome para mirarlo—. He pasado la tarde leyendo y viendo televisión.
—Ya veo —dijo mirando el área donde había pasado toda esa tarde—. Alístate.
—¿Para qué? —pregunté frunciendo el ceño sin saber a lo que se refería.
—Vamos de fiesta —me miró con esa sonrisa que ponía cada vez que se trataba de ir a celebrar juntos.
—¿Ahora? ¿Por qué no me dijiste?
Me miró serio como si acabase de decir algo estúpido. Miré el celular en mi mano y carcajeé comprendiendo aquella mirada.
—A veces eres muy idiota —me dijo y lo fulminé con la mirada para acercarme y darle un golpe en el hombre del cual este se quejó.
—¿A dónde iremos? —pregunté mientras pasaba por su lado e iba a la habitación—. ¿No pudiste venir antes? Necesito ver qué me pondré y también maquillarme, sabes que tardo mucho en eso.
—Ponte lo que sea, Valet —se quejó y escuché como se dejó caer en el sofá mientras yo buscaba algo en el armario—. En LAVO —fruncí el ceño y me asomé por la puerta para poder mirarlo.
—¿LAVO? ¿Fiesta? La fiesta anterior había sido de bienvenida, ¿no? ¿Esta a qué se debe? —pregunté volviendo a rebuscar en el armario.
—No es precisamente una fiesta, sino que bajaron el precio de la entrada, sabes que ahí es muy caro. De hecho, las mujeres entran gratis hoy —alzó un poco la voz para que yo le escuchara, justo en ese momento saqué una falda de cuero negra y un top de plateado de manga larga.
—Lástima que no seas chica, aunque a veces te comportas como una —bromee aguantando las ganas de reír mientras lo escuchaba carcajear. Me puse la falda y el top después saliendo para que Thiago me viera—. Como ahora, dame tu opinión, ¿crees que está bien?
Tuvo que incorporarse un poco sobre el sofá para poder verme y entrecerró los ojos para mirarme con mayor precisión. Después asintió y me enseñó su pulgar alzado como aprobación volviéndose a dejar caer en el sofá cerrando los ojos.
—Si te pondrás tacones, ponte los negros —dijo y asentí corriendo de nuevo hasta la habitación sacando los tacones. Los aventé a la sala y tomé mi bolsita de maquillaje corriendo esta vez hasta el baño para empezar con este.
Ir a LAVO sé que me traería muchos recuerdos de aquella noche, y aunque sabía que no podría dejar de pensar en eso en el momento en que estuviera en aquel lugar, no me importaba tener que ir. Iría a divertirme y crear un nuevo recuerdo en aquel lugar para tener que olvidar eso.
Fue muy sorprendente tanto para Thiago como para mí el que me hubiera alistado rápido. Bueno, comparado a lo que normalmente tardaba siempre que íbamos de fiesta. Fue el mismo maquillaje que me hice la última vez, a excepción de que en esta coloqué un poco más de sombra sobre mis párpados para que el color de mis ojos resaltara más, claro sin exagerar la intensidad del color. Dejé mi cabello suelto tal como lo había traído después de salir del baño, no le hice nada más que cepillarlo una vez más para asegurarme de que no había nudos. Me puse mis Vans como siempre, cosa que Thiago al verme rodeó los ojos y yo le saqué la lengua. Cuando tomé los tacones y mi bolso, salimos del apartamento. Como siempre saludamos a George al bajar y después salimos del edificio hasta subir al auto. Esta vez fui yo la que puso la música para el trayecto de mi apartamento hasta nuestro destino.
No hablamos. Tardamos tan sólo unos minutos en llegar, cuando lo hicimos y estacionó el auto yo quise abrir la puerta, pero este me detuvo con su voz.
—Olivia y yo terminamos —soltó de repente y lo miré sorprendida, me miró y sonrió sin ganas—. Bueno, yo terminé con ella.
—Pero, ¿por qué? —pregunté confundida. Thiago adoraba a Olivia, era la chica por la que suspiraba y sonreía con el simple hecho de decir su nombre. Estaba enamorado de ella, y el que me dijera que habían terminado, que él había terminado con ella me tenía sin lógica.
—No iba a funcionar, Val. Nuestra relación se basaba en escapadas, regaños por parte de su padre, todo a escondidas. Nunca íbamos a poder ser libres —me dijo mirándome por unos segundos y después perdiendo su mirada hacia un punto fijo hacia enfrente—. Era lo mejor.
Lo miré por unos segundos, después miré al frente apretando los labios y negué aún sin asimilar aquello. Traté de encontrar palabras para consolarlo, pero la verdad es que a pesar de darme esa explicación no me entraba en la cabeza por qué lo había hecho. Thiago siempre había demostrado que no importaban todas aquellas cosas que implicaban el estar con ella, él haría lo imposible por tenerla a su lado si ella se lo seguía permitiendo.
—Pero tú la quieres —dije casi como si aquello fuera suficiente para que no tuviera que dejarla, ¿no lo era?
—Pero no es feliz —me contestó de golpe como si tratara de hacerme entender, me miró y soltó un suspiro frustrado—. Ella me dice que lo es, pero yo sé que no. Siempre nuestros momentos deben ser arruinados por algo, siempre tenemos que estar a escondidas, siempre tiene que ser ella la que escape. Al final de todo su padre nunca me aprobará, yo lo sé, ella lo sabe.
—¿Y dejarás que eso impida que estés con la chica que quieres? —dije mirándolo y este evadió mi mirada sabiendo que no iba a decir solamente eso—. Siempre me dijiste no importaba lo que su padre dijera, que si ella te seguía permitiendo el estar con ella de esa manera tú seguirías ahí, ¿y simplemente tiras todo por la borda? ¿Qué te dijo ella al respecto?
—Me rogó que no lo hiciera, que no la dejara. No ha parado de llamarme.
—¿Entonces?
Se mantuvo callado volviendo a desviar la mirada esta vez mirando por su ventanilla hacia la esquina donde se encontraba el club. Suspiró y vi como cerró los ojos por unos segundos mientras fruncía ligeramente el ceño, quise volver a hablar, pero antes de hacerlo este tomó la palabra.
—Sólo quiero bajar y divertirme, Val, ¿podemos? —me miró diciéndome eso como si tratara de darme a entender que lo que quería era distraerse de todo ese asunto.
Era mi mejor amigo, era mi deber aconsejarlo a hacer la mejor decisión, pero ese no era el momento entonces haría exactamente lo que tenía que hacer para que pasara una buena noche llena de diversión. Lo miré apretando los labios sabiendo que, aunque aquello me lo había dicho en cierta forma algo tranquilo, también lo decía con el corazón roto.
—Vamos —dije y cuando este abrió la puerta lo tomé del brazo—. Aún así me tienes que poner los tacones —le miré con una ceja alzada y este carcajeó, justo lo que había querido provocar.
—Eres increíble —me dijo negando mientras salía del auto y lo rodeaba para venir hasta mi lugar para ayudarme a ponerme los tacones.
Era verdad lo que Thiago había dicho en mi apartamento, la noche de hoy mujeres entraban gratis, sólo tuvo que pagar él su entrada. Cuando entramos el lugar estaba que explotaba de tanta gente, podía apostar que incluso había más personas de lo que se suponía que el lugar podía permitir. Pasaron tres horas y ya ni siquiera podíamos llevar la cuenta de lo que habíamos tomado, Thiago había decidido en que tomaríamos taxi pues debido a que ahora ambos nos encontrábamos ebrios no podríamos conducir.