Lo recuerdo, recuerdo perfectamente la primera vez que mis manos tocaron un arma. Tenía catorce años, pero, eso no le importó a mi padre. A Maximiliano Romanov no le interesó que su hijo entrara dentro del mismo círculo que él y se convirtiera en uno de sus mafiosos.
—¿Qué me dices, Luka? ¿Estarás listo si te dejo a cargo? —Puso un arma asesina en sus labios: un maldito cigarrillo— Además no será por nada más que un mes, hasta que tu madre y yo regresemos de Alemania.
—¿Sigues seguro de hacer ese viaje? —Enarqué una ceja— ¿Es seguro que ambos vayan a un país tan cercano a Italia?
—¿Qué pasa con Italia, Luka? Hijo, no creo que hayas olvidado que nuestros problemas con la mafia italiana llegaron a su fin desde hace un poco de tiempo.
—No seas imbécil padre —vaya, no podía creer que iba a darles una ventaja tan grande a sus enemigos—Sabes muy bien que ese inconveniente apenas acaba de solucionarse y que no nos conviene que se acerquen tanto a ellos.
—Cállate Luka, quien tiene la experiencia de cómo funciona este negocio soy yo. He estado aquí desde los veinte años y ya llego a los cincuenta y sigo en el mismo lugar. Soy el maldito capo de la mafia rusa, de la mafia Romanov y nadie me ve la cara.
—No te confíes, padre, recuerda que nuestros enemigos viven al pendiente de todo lo que hacemos para encontrar el momento perfecto para atacar.
—Y si atacan, te atacarán a ti y tendrás que ver la manera de salir de eso. Por lo mismo, te dejaré a cargo de la mafia hasta que vuelva dentro de un mes. Y si te equivocas con algo o lo arruinas...