Mis ojos se abrieron de golpe, un tamborileo frenético resonaba en mis oídos. El techo blanco y liso era dolorosamente familiar, la luz del sol se filtraba con el mismo patrón. Miré mis manos, pálidas pero fuertes, sin rastro de la debilidad que me había consumido hasta el último día. El recuerdo me golpeó: el fracaso en "El Sabor de México", mi sueño hecho cenizas. La sonrisa satisfecha de Isabella Guzmán al recibir el trofeo. Y a su lado, aplaudiendo con devoción fingida, Ricardo Vargas. Ricardo, mi novio, el hombre por el que lo había sacrificado todo. Su llamada desesperada pidiendo un préstamo para "negocios culinarios" que saqué de mis ahorros universitarios y nunca recuperé. Cómo me convenció de cederle mi beca en el extranjero, prometiendo llevarme con él. Le creí, renuncié a mi oportunidad, y él regresó con Isabella. Lo peor: la mentira del accidente de Isabella. "Sofía, mi amor, Isabella tuvo un accidente terrible, tu sangre es compatible, ayúdala". Ciega de amor y estúpida, fui al hospital una y otra vez. Doné sangre hasta que los médicos me advirtieron del riesgo. Me sentía débil, mareada, pero Ricardo decía que era una heroína. Todo para que el día del concurso, apenas pudiera sostener un cuchillo, mis manos temblaban, mi mente nublada. Fracasé. Y Ricardo e Isabella triunfaron. Morí de una complicación médica, sola y olvidada, mientras ellos vivían la vida que me robaron. Pero ahora... estaba aquí. En mi cuarto. Viva. Y fuerte. Abrí los ojos para encontrarme en un pasado que creía perdido, con la oportunidad de escribir un nuevo futuro, pero esta vez, bajo mis propias reglas.
Mis ojos se abrieron de golpe, un tamborileo frenético resonaba en mis oídos.
El techo blanco y liso era dolorosamente familiar, la luz del sol se filtraba con el mismo patrón.
Miré mis manos, pálidas pero fuertes, sin rastro de la debilidad que me había consumido hasta el último día.
El recuerdo me golpeó: el fracaso en "El Sabor de México", mi sueño hecho cenizas.
La sonrisa satisfecha de Isabella Guzmán al recibir el trofeo.
Y a su lado, aplaudiendo con devoción fingida, Ricardo Vargas.
Ricardo, mi novio, el hombre por el que lo había sacrificado todo.
Su llamada desesperada pidiendo un préstamo para "negocios culinarios" que saqué de mis ahorros universitarios y nunca recuperé.
Cómo me convenció de cederle mi beca en el extranjero, prometiendo llevarme con él.
Le creí, renuncié a mi oportunidad, y él regresó con Isabella.
Lo peor: la mentira del accidente de Isabella.
"Sofía, mi amor, Isabella tuvo un accidente terrible, tu sangre es compatible, ayúdala".
Ciega de amor y estúpida, fui al hospital una y otra vez.
Doné sangre hasta que los médicos me advirtieron del riesgo.
Me sentía débil, mareada, pero Ricardo decía que era una heroína.
Todo para que el día del concurso, apenas pudiera sostener un cuchillo, mis manos temblaban, mi mente nublada.
Fracasé. Y Ricardo e Isabella triunfaron.
Morí de una complicación médica, sola y olvidada, mientras ellos vivían la vida que me robaron.
Pero ahora... estaba aquí. En mi cuarto. Viva. Y fuerte.
Abrí los ojos para encontrarme en un pasado que creía perdido, con la oportunidad de escribir un nuevo futuro, pero esta vez, bajo mis propias reglas.
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