La Segunda Oportunidad A Recuperar

La Segunda Oportunidad A Recuperar

Gavin

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Capítulo

La voz de Sofía, vacía y familiar, repetía las palabras que ya me habían destruido una vez: "Elena, amiga, tienes que renunciar a la herencia. Es lo mejor para ti y para Dieguito." La miraba en mi sala, postrada en un sofá viejo, sus ojos llenos de una falsa compasión que no engañaba a mi memoria. Porque el recuerdo de mi vida pasada me golpeó como un tren esta mañana, el día exacto en que todo empezó a desmoronarse. En esa otra vida, le creí a Sofía. Firmé los papeles, renuncié a todo, incluida una supuesta deuda de cinco millones de pesos, pensando que así protegería a mi hijo Diego de los cobradores. Fui tan ingenua. "El Buitre", el hombre que reclamaba el dinero, no se detuvo. Sin herencia, sin nada que negociar, se llevaron a Diego. Lo secuestraron. Luego, el horror. Me enviaron sus deditos, uno por uno, en pequeñas cajas. Cada entrega arrancaba un pedazo de mi alma. No tenía los cinco millones. No tenía nada. Finalmente, su pequeño corazón. Mi mundo se acabó. Me vendieron a un burdel, un infierno donde los cuerpos de las mujeres no valían nada. Fue allí, en mi miseria, donde un cliente borracho, un empresario que conocía a Ricardo, se rió de mi historia. "-¿Ricardo Pérez en la quiebra? ¡Qué chiste! Ese cabrón era dueño de la mitad de los restaurantes de lujo de la ciudad. Su fortuna se la quedó su verdadero heredero, el hijo que tuvo con su amante. Un tal Miguelito, hijo de una tal Sofía Vargas." Sofía. Mi mejor amiga. La madrina de mi hijo. La traición me quemó por dentro. Todo había sido un plan. La deuda falsa, la insistencia en que yo renunciara, todo para que ella y su hijo secreto se quedaran con todo. Morí en ese burdel intentando escapar. Pero desperté. Hoy. En este mismo sofá. La misma ropa de luto. Con Sofía mirándome con sus ojos de serpiente. "-Elena, ¿me estás escuchando? Es una deuda impagable. Te quitarán la casa, todo. Piensa en Diego." Y entonces lo supe. Esta vez, no voy a renunciar a nada. Esta vez, la deuda es mía. Y la venganza, también.

Introducción

La voz de Sofía, vacía y familiar, repetía las palabras que ya me habían destruido una vez: "Elena, amiga, tienes que renunciar a la herencia. Es lo mejor para ti y para Dieguito."

La miraba en mi sala, postrada en un sofá viejo, sus ojos llenos de una falsa compasión que no engañaba a mi memoria. Porque el recuerdo de mi vida pasada me golpeó como un tren esta mañana, el día exacto en que todo empezó a desmoronarse.

En esa otra vida, le creí a Sofía. Firmé los papeles, renuncié a todo, incluida una supuesta deuda de cinco millones de pesos, pensando que así protegería a mi hijo Diego de los cobradores. Fui tan ingenua. "El Buitre", el hombre que reclamaba el dinero, no se detuvo. Sin herencia, sin nada que negociar, se llevaron a Diego. Lo secuestraron.

Luego, el horror. Me enviaron sus deditos, uno por uno, en pequeñas cajas. Cada entrega arrancaba un pedazo de mi alma. No tenía los cinco millones. No tenía nada. Finalmente, su pequeño corazón. Mi mundo se acabó. Me vendieron a un burdel, un infierno donde los cuerpos de las mujeres no valían nada.

Fue allí, en mi miseria, donde un cliente borracho, un empresario que conocía a Ricardo, se rió de mi historia. "-¿Ricardo Pérez en la quiebra? ¡Qué chiste! Ese cabrón era dueño de la mitad de los restaurantes de lujo de la ciudad. Su fortuna se la quedó su verdadero heredero, el hijo que tuvo con su amante. Un tal Miguelito, hijo de una tal Sofía Vargas."

Sofía. Mi mejor amiga. La madrina de mi hijo. La traición me quemó por dentro. Todo había sido un plan. La deuda falsa, la insistencia en que yo renunciara, todo para que ella y su hijo secreto se quedaran con todo. Morí en ese burdel intentando escapar.

Pero desperté. Hoy. En este mismo sofá. La misma ropa de luto. Con Sofía mirándome con sus ojos de serpiente. "-Elena, ¿me estás escuchando? Es una deuda impagable. Te quitarán la casa, todo. Piensa en Diego." Y entonces lo supe. Esta vez, no voy a renunciar a nada. Esta vez, la deuda es mía. Y la venganza, también.

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Romance

5.0

Isabella Vargas vivió veinte años creyendo ser la hija de una rica familia bodeguera, dueña de prestigiosos viñedos en Mendoza. Su vida parecía un cuento de hadas. Pero un día, el hallazgo de un viejo testamento reveló la devastadora verdad: no era de sangre Herrera, sino la huérfana de modestos empleados fallecidos en un trágico accidente. Toda su existencia fue una mentira. La familia la expulsó con una frialdad desalmada, pero Mateo Herrera, el hijo mayor, obsesivo y posesivo, la forzó a un compromiso, convirtiéndola en su cautiva personal. A pesar de intentos desesperados, su vida se volvió una jaula de oro. Tras un accidente que le causó amnesia a Mateo, la familia la denigró a sirvienta, pagándole una fortuna para que desapareciera, una libertad agridulce que la llevó a Uruguay con su amigo Santiago. Sin embargo, Mateo recuperó la memoria, y con ella, su enfermiza fijación, arrastrándola de vuelta al infierno. La sometió a una tortura psicológico y física sin límites, incluso intentando usarla como moneda de cambio en sus sórdidos negocios. ¿Cómo se liberaría de un monstruo que la perseguía sin tregua? En el culmen de la humillación, Isabella se negó a seguir siendo una víctima. Su espíritu renació, no para huir, sino para desmantelar el imperio de Mateo. Se armó de ingenio y coraje, convirtiéndose en arquitecta de su caída, porque en esta cacería, ella sería el cazador, buscando la justicia y la ansiada paz.

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El frío de la muerte aún se aferraba a mis huesos, recordándome la sangre en mis sábanas y el dolor lacerante de perder a mi hijo nonato. Todo esto, mientras mi esposo, el Príncipe Alejandro, consolaba a mi propia hermana, Valentina. Ese recuerdo se desvaneció como un fantasma al amanecer al despertar y sentir la mano del médico en mi vientre. "Estás embarazada de casi dos meses. El bebé está sano", dijo con una sonrisa. ¿Embarazada? Una ola de emociones me golpeó: la alegría, la desesperación pasada y una furiosa esperanza. Recordé la verdad con aterradora claridad: cómo mi hermana, egoísta y hermosa, rechazó este matrimonio, alegando amor por un plebeyo. Yo, que amaba en secreto al príncipe, ocupé su lugar para salvar el honor familiar. Recordé su regreso meses después de mi primer embarazo, llena de arrepentimiento y celos, seduciendo a Alejandro con insultante facilidad. ¡Escuchaba sus risas resonando por los pasillos mientras yo me marchitaba en mi habitación, su traición la daga que causó la pérdida de mi bebé y, finalmente, mi propia muerte por una "fiebre repentina"! El Príncipe Alejandro entró con su sonrisa perfectamente ensayada al escuchar la noticia. "¡Sofía, mi amor! ¡Seremos padres!", exclamó, abrazándome con frialdad y el ligero perfume de otra mujer en su ropa. Fingí una sonrisa tímida, pero por dentro, mi corazón era un témpano de hielo: este hombre solo un peón, mi hermana, mi propia sangre, el verdadero objetivo. Tenía una segunda oportunidad. No para amar, sino para vengarme.

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Fantasía

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El grito de Sofía resonó en la lujosa sala, un sonido agudo y lleno de rabia que cortó el aire. Mi xoloitzcuintle, "El Guardián", gimió suavemente a mis pies, ajeno a la farsa. De repente, un impacto brutal y seco me paralizó: Sofía, con un tacón de aguja, había destrozado la vida de El Guardián. Un aullido ahogado, un cuerpo convulsionado, y luego el silencio, sólo roto por el oscuro charco de sangre que se extendía en el suelo de mármol. Mi fiel compañero, el legado de mi abuelo, yacía inerte, mientras la mujer a la que amaba sonreía con cruel satisfacción. "¡Tú… lo mataste!", logré decir, la voz desgarrada por el horror y la incredulidad, pero su risa fría devoró mis palabras. Sin piedad, Sofía ordenó a sus hombres que me arrastraran al sótano, un lugar húmedo y maloliente, donde la oscuridad me envolvió. Escuché su voz gélida: "Suéltenlos", y entonces sentí unos gruñidos bajos y guturales. Dos siluetas enormes y musculosas, dos pitbulls de pelea cuyos ojos brillaban en la penumbra, descendían las escaleras. "¡Sofía, no! ¡Por favor, no hagas esto!", supliqué, el corazón latiéndome a punto de estallar. Pero su cruel melodía resonó desde arriba: "¡Demasiado tarde, mi amor! ¡A ver quién entrena a quién ahora!". Los perros se lanzaron sobre mí, sus fauces goteando saliva, sus dientes destrozando mi carne, mis propios gritos ahogados en mi sangre. Fui devorado, solo un espíritu de dolor y confusión flotando en el frío y húmedo sótano, un testigo impotente de mi propia aniquilación. Arriba, Sofía negaba mi muerte, manipulaba la historia y planificaba profanar la memoria de "El Guardián" por el capricho de Rodrigo. Mi alma gritaba en silencio, viendo cómo la farsa de Rodrigo continuaba, una realidad tan grotesca que me rompía por dentro. No era solo la crueldad de Sofía, sino la completa ceguera y la profunda locura lo que me atormentaba. Pero, ¿quién era realmente Rodrigo? Y, ¿por qué Sofía se había convertido en este monstruo? Desde la oscuridad de mi tumba sin nombre, mi espíritu juró que la verdad saldría a la luz.

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