La Preferencia De Mi Madre

La Preferencia De Mi Madre

Gavin

5.0
calificaciones
12
Vistas
11
Capítulo

El olor a antiséptico y a tristeza se me pegaba al alma en la unidad de cuidados intensivos, mientras sostenía la mano de mi madre moribunda. Llevaba días sin dormir, cuando el abogado y mi hermano Ricardo, impecable como siempre, entraron con el rostro sombrío que anunciaba el fin. Mi madre, Elena, con un hilo de voz, dictó su testamento: "Todo mi dinero... mis propiedades... la casa familiar... todo es para mi hijo, Ricardo." El aire se me fue de los pulmones al escucharla, dejándome solo a mí, Sofía, un viejo joyero carcomido y la frase que me congeló el alma: "Ricardo me necesita más. Tú siempre has sabido cuidarte sola." Esta distribución brutal e injusta, donde su favoritismo se sellaba, me destrozó, pues toda mi vida había luchado por su aprobación, solo para ser castigada por mi propia fortaleza. Mi madre, a quien serví y cuidé hasta el final, eligió darlo todo a mi codicioso hermano, el favorito. Aun así, cuando, llena de rabia y desprecio, fui a deshacerme del viejo joyero que me dejó, un anticuario descubrió un doble fondo. Ahí, ocultas bajo baratijas sin valor, brillaban joyas de incalculable valor. Era el tesoro escondido de la familia. Comprendí entonces la última lección de mi madre: no fue desprecio, sino una protección desesperada contra el lado oscuro de Ricardo. Pero mi hermano, consumido por la envidia al descubrir mi secreto, no se detendría ante nada para robarme lo que consideraba suyo.

Introducción

El olor a antiséptico y a tristeza se me pegaba al alma en la unidad de cuidados intensivos, mientras sostenía la mano de mi madre moribunda.

Llevaba días sin dormir, cuando el abogado y mi hermano Ricardo, impecable como siempre, entraron con el rostro sombrío que anunciaba el fin.

Mi madre, Elena, con un hilo de voz, dictó su testamento: "Todo mi dinero... mis propiedades... la casa familiar... todo es para mi hijo, Ricardo."

El aire se me fue de los pulmones al escucharla, dejándome solo a mí, Sofía, un viejo joyero carcomido y la frase que me congeló el alma: "Ricardo me necesita más. Tú siempre has sabido cuidarte sola."

Esta distribución brutal e injusta, donde su favoritismo se sellaba, me destrozó, pues toda mi vida había luchado por su aprobación, solo para ser castigada por mi propia fortaleza.

Mi madre, a quien serví y cuidé hasta el final, eligió darlo todo a mi codicioso hermano, el favorito.

Aun así, cuando, llena de rabia y desprecio, fui a deshacerme del viejo joyero que me dejó, un anticuario descubrió un doble fondo.

Ahí, ocultas bajo baratijas sin valor, brillaban joyas de incalculable valor.

Era el tesoro escondido de la familia.

Comprendí entonces la última lección de mi madre: no fue desprecio, sino una protección desesperada contra el lado oscuro de Ricardo.

Pero mi hermano, consumido por la envidia al descubrir mi secreto, no se detendría ante nada para robarme lo que consideraba suyo.

Seguir leyendo

Otros libros de Gavin

Ver más
Mi Venganza:No Más Ingenua

Mi Venganza:No Más Ingenua

Romance

5.0

Siempre creí que mi vida con Ricardo De la Vega era un idilio. Él, mi tutor tras la muerte de mis padres, era mi protector, mi confidente, mi primer y secreto amor. Yo, una muchacha ingenua, estaba ciega de agradecimiento y devoción hacia el hombre que me había acogido en su hacienda tequilera en Jalisco. Esa dulzura se convirtió en veneno el día que me pidió lo impensable: donar un riñón para Isabela Montenegro, el amor de su vida que reaparecía en nuestras vidas gravemente enferma. Mi negativa, impulsada por el miedo y la traición ante su frialdad hacia mí, desató mi propio infierno: él me culpó de la muerte de Isabela, filtró mis diarios y cartas íntimas a la prensa, convirtiéndome en el hazmerreír de la alta sociedad. Luego, me despojó de mi herencia, me acusó falsamente de robo. Pero lo peor fue el día de mi cumpleaños, cuando me drogó, permitió que unos matones me golpearan brutalmente y abusaran de mí ante sus propios ojos, antes de herirme gravemente con un machete. "Esto es por Isabela", susurró, mientras me dejaba morir. El dolor físico no era nada comparado con la humillación y el horror de su indiferencia. ¿Cómo pudo un hombre al que amé tanto, que juró cuidarme, convertirme en su monstruo particular, en la víctima de su más cruel venganza? La pregunta me quemaba el alma. Pero el destino me dio una segunda oportunidad. Desperté, confundida, de nuevo en el hospital. ¡Había regresado! Estaba en el día exacto en que Ricardo me suplicó el riñón. Ya no era la ingenua Sofía; el trauma vivido había forjado en mí una frialdad calculada. "Acepto", le dije, mi voz inquebrantable, mientras planeaba mi escape y mi nueva vida lejos de ese infierno.

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro