Me despierto inquieta, un ruido fuerte y ensordecedor hace que mi corazón se acelere, porque sé de qué se trata. Un disparo. Miro el reloj en la antigua mesita de noche al lado de mi cama, son las tres de la mañana, y la urgencia repentina de salir de aquí me pone nerviosa. En la oscuridad, oigo voces que cambian, y aunque sé que es imposible oír esa distancia, trato de seguir el movimiento dentro. Necesito salir de aquí, o al menos esconderme.
Cuando abro la puerta, veo a la Hermana Angela acercándose, ella pone el dedo en riste sobre los labios y apunta a la bata, simple pero cómoda, sobre el baúl a los pies de mi cama. A continuación, con urgencia hace una señal para que yo la siga. Rezaba todas las noches para que no me encontraran, para que me olvidaran, pero la verdad es que en nuestro mundo, prácticamente todo pasa de uno a otro. El dinero, las propiedades, los problemas, el odio, las promesas rotas. Y yo soy un fruto de una promesa rota.
Cuando dejé Nueva York hace dos años, bajo la promesa de que no sería yo quien pagaría el supuesto error de mi madre, supe, desde el primer desvío del conductor, hasta el embarque en un jet privado, que los Villani no la dejarían en paz. Sabía que me encontrarían, dondequiera que estuviera, e incluso aquí, dentro del convento de Santa Lucía, en un pueblo a ciento veinte kilómetros de Roma, ciertamente nunca he estado a salvo.
Paso por los corredores familiares, como si fuera la primera vez, casi tropezando en mis pies, estoy temblando de nerviosismo y miedo, era como si las voces que se distanciaban a medida que bajaba escaleras y me alejaba hacia los fondos de la construcción antigua, estuvieran grabadas en mis pensamientos. ¿Qué le dijeron a la Madre? Estaban amenazando, era un hecho, y las lágrimas corren por mi rostro mientras apresuramos el paso hacia una de las celdas, donde las novicias solían estar en ayuno durante días. La hermana Angela abrió un armario, y sacó al menos una decena de vestiduras religiosas, y luego deslizó la mano por debajo del estante más alto, revelando un fondo falso, y luego rompió el silencio.
- Giulia, entre - ella señala el fondo oscuro donde cabría una persona cómodamente, si era que podría encontrar aquello cómodo - una de nosotras vendrá a buscarla cuando ellos se vayan.