Melissa Dupont, es una chica de mal carácter. Pero siempre lleva una sonrisa en su rostro, aparentando ser débil e ingenua. Tiene una vida envidiable donde los autos de lujo, las joyas, zapatos y la ropa de marca… ya no la impresionan. ¡Lo tiene todo! Al menos en el aspecto material; porque hay dudas que han estado clavadas en su corazón desde que era una niña.
Intenta mantener un bajo perfil a donde va porque no le agrada ser objeto de conversación entre sus compañeras universitarias. Estudia psicología, solo para contradecir a sus padres adoptivos, quienes son dueños de grandes empresas y le sugerían que seleccionará algo relacionado con la administración o la contaduría para que se hiciera cargo del negocio familiar.
No le interesaba la propuesta, por eso había elegido una carrera que no tuviese nada relacionado con los negocios, aunque al principio se inscribió en psicología por descarte, pero cuando empezó a conocer a fondo sobre las conductas humanas y los sentimientos o pensamientos que hacen actuar a las personas de determinadas formas, supo que había encontrado algo que amaría para siempre.
Ese siempre era un tema de discusión, la señora Giorgia no perdía la esperanza de convencerla para qué hiciera cambio de carrera.
—Mamá, te amo, pero no te puedo complacer. No quiero nada relacionado con las empresas Dupont. No deseo convertirme en un autómata. ¡Déjame vivir la vida a mi antojo! —gruñó Melissa ya agobiada de ser atormentada a diario para persuadirla de sus planes.
—Los antojos no pagan tus gastos. Paolo, oblígala. ¡Ayúdame esta vez por amor de Dios! —El señor Dupont solo se reía de las batallas que se organizaban ese par.
—¡Ya deja en paz a esa chica! Es más terca que una mula, me recuerda a ti cuando te conocí. No llegaran nunca a algún acuerdo porque tiene el mismo carácter, solo conseguirán enojarse y lastimar su corazón.
—Gracias papi. —Lo beso en la frente, tomó su mochila y salió sin determinar a la Señora Giorgia—. ¡Adiós!
—¡No sé en qué fallé con esa chica! Siempre consigue salirse con la suya, eres tan débil que nunca puedes imponerle una orden —reclama la señora Giorgia recibiendo la taza de té que le ofrece su esposo—. Si tan solo nunca hubiéramos…
Paolo se acercó y la interrumpió:
—No te atrevas a decir nada, son solo etapas, jamás renegaría por haberlas traído a esta casa, por ahora quiero que vayas a ponerte tu mejor ropa, recuerda que hoy estamos de aniversario y no dejaremos de ir a ese restaurante cerca de la playa que tanto te encanta. —Desde que se casaron eran la pareja perfecta, cuando uno se enojaba el otro lo apaciguaba, a pesar de tener todo el dinero del mundo, no pudieron concebir un hijo propio, por eso adoptaron a Melissa y a su hermana Hannah.
***
Horas más tarde, mientras Melissa estaba aplicando un test de autoestima a varios voluntarios. Recibió una llamada entrante del número de teléfono de su madre y decidió rechazarla. Supuso que la estaba llamando para disculparse por haber sido tan dura. Siempre ocurría lo mismo, pero hoy había decidido ignorarla por ahora, pero al regresar a casa tal vez la buscaría para arreglar las cosas.
Luego entró una llamada de un número desconocido y también la rechazó, pero insistió tantas veces que solo para decirle a esa persona lo inoportuna que era aceptó.
—¡Aló! —dijo preparando en su mente los mejores insultos.
—¿Es usted Melissa Dupont Ruggiero? —Ante tal especificación solo afirmó—. Necesito con urgencia que se traslade a la Clínica los Samanes, ubicada a tres cuadras de la iglesia principal, sus padres han sufrido un grave accidente de tránsito.
Sintió que su cuerpo se paralizó y de nuevo imágenes sangrientas regresaron a su cabeza.
—¿Qué sucede Melissa? Te has quedado tiesa y has perdido el color de tus mejillas. —dijo su mejor amiga Rebeca.
No fue capaz de decirle nada y salió corriendo en busca de su auto, ante tal situación Rebeca la siguió y cuando supo lo que estaba ocurriendo ella se ofreció a conducir.
Llegaron al hospital y el panorama que se veía era agitado. Solicitaron información y les pidieron que esperarán un poco, cerca de diez minutos salió el médico de guardia.
—¡Familiares de Paolo Dupont y Giorgia Ruggiero! —Con el credo en la boca, Melissa se acercó y escucho lo que el especialista tenía para decirle—. Sus padres sufrieron un aparatoso accidente automovilístico, cuando les rescataron aún tenían signos vitales, pero desafortunadamente era muy tarde… ¡Lo siento mucho!
Se volteó para ubicar algo de donde se pudiese sostener, la fuerza en sus piernas se desvanecía, no podía llorar, no le salía ninguna lágrima, estaba en shock. Por segunda vez en la vida, la desgracia llegaba a tocar a su puerta.
Fue doloroso para Melissa y para Hannah asumir esta pérdida, no habían finalizado los actos fúnebres cuando un grupo de accionistas mayoritarios se reunieron y uno de ellos habló:
—Es doloroso pasar por una situación semejante, entendemos su dolor y queremos apoyarlas. Nos haremos cargo de los negocios porque requieren un nuevo líder. Solo tendrían que firmar algunos documentos para que nos autoricen a administrar Empresas Dupont. —Melissa, por ser la mayor, era quien tenía la decisión en sus manos de aceptar la ayuda o rechazarla. Pero estaba agobiada y pensaba que firmar sería la salida más conveniente.
Por suerte, el abogado llegó a tiempo y pudo evitar que cometiera el peor error de su vida al entregar la empresa a personas inescrupulosas.
—Procedo a denegar cualquier artimaña perniciosa por parte de los accionistas, hay un testamento que claramente dictamina el curso de las Empresas Dupont. —Los accionistas quedaron en evidencia de querer sacar ventaja.
El abogado cuidadosamente leyó cada condición que establecía el contrato, finalmente Giorgia se saldría con la suya, exigía tener al menos nociones básicas de administración. Y la condición más importante la imponía Paolo Dupont era que debía contraer matrimonio con un importante empresario llamado Michael Mancuso.
—¿Cómo puede papá disponer de mi vida de una forma tan fácil? No tengo idea de quién sea ese hombre. Es evidente que no aceptaré. —Los accionistas volvieron a respirar viendo una posibilidad en la rebeldía de la chica. Pero el abogado la tomó del brazo y la apartó del grupo explicándole que, si no aceptaba, los años de trabajo de sus padres terminarían en el bolsillo de los demás. Reflexionó y como agradecimiento a tanta dedicación y esmero por parte de sus padres adoptivos en su crianza y la de su hermana aceptó.
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