¡Jefe, nos enamoramos!
iliano D
ereza de súbito y se le forma
ñori
cajea y empieza a t
omeo, de
un momento, parpadeando. ¿Su jefe...? Ella aclara con u
mano, señorita. Espe
icho. Y la mujer baja los hombros, sonriendo y entonces resignada porque lo
a haberse concretado, los invitados estaban seleccionados, el banquete tendría durante y después recepciones de los invitados, la iglesia San Ignacio de Layola sería quien fuese testigo, los votos estaban seleccionados y el vestido de la novia estaba en la punta de la cama, la cancelación de la
porque si para ella la situación hasta le daba calambre en
atención. Así que pasa con sigilo y se coloca el catálogo encima de otro, como ya era costumbre. Observa la computadora entonces colocando el terminado del día anterior para revisar y confirmar, como también era costumbre. Otra cosa que era costumbre e
n las copias de las facturas realizadas a los proveedores una vez que acaba el itinerario de la noche, en
los días. Verificar, acomodar, escribir y revisar las notas dejadas por él una vez que
flatiron provincial de Nueva York. En Canadá también tiene el sueño, pero Nueva York ronda con esas ambiciones puestas desde que ella había querido lograr especializarse en los caminos de la hospitalidad y rendimiento de los que llamaban "hotel cinco estrellas" quienes habían pasado por un servicio directamente e
de esta belleza, no debes culparte
game
r fin, su jefe ha apareci
sustarte. D
que no lo es
lfombra. No es como madera que suena. A ve
s en el rostro, un rostro ya maduro, refulgente, simpático por las brillosas de sus ojos, cejas negras y pobladas, una barba ligera esbozada con aquellos mechones blancos ya encontrándose a mirar
s días
ías, seño
ira y señal
precioso? -emp
te arrinconada, de hecho, por la
sin duda
ya sabía, por lo que sabía casi todo el hotel y no siente dirigir las palabras, p
anera de ser la había tomado desprevenida. Es un hombre en la edad de los cuarenta, alto, fornido, musculatura impresionante y al lado suyo siempre parece una pequeña hormiga, ella con la estatura que le llega a él hasta los hombros, aunque siempre alerta a todo. Cuando parece haberlo notado más de un segundo, tose en su lu
etaria hace más