El Juego Mortal de Amor de Mi Hermanastro
AN
e consumieran. Mi trabajo, mi arte, era mi escudo. Canalicé cada onza de mi dolor, rabia y desesperación en mis ensayos,
a. Los bailarines se movían con una fluidez que era a la vez impresionante y técnicamente exigente. Los estab
a un traje de negocios elegante, un marcado contraste con sus habituales vestidos inocentes. Sosten
llante, resonando en el espacio cavernoso-. Soy Sofía, y es
es. La sangre se me heló, un sabor metálico fam
en sus profundidades-. He estado revisando los diseños preliminar
en la pared, diseños que habían sido meticulosamente
nte manicurado contra un vibrante boceto de vestuario-. Mi prometido, Damián, está de acuerdo
supuesto. Él estaba moviendo lo
-expliqué, mi voz tensa pero firme-. Son simbólicos. C
atraer a un público más amplio, ¿no? Damián siempre dice: 'Si no vende, no es arte'. Y franc
manos. -Nuestro público viene por arte, no por... por
a palabra-, tiene ciertas expectativas. Las expectativas de Damián, para ser precisos. -Sacó su teléfono, un brillo d
Los bailarines intercambiaron miradas nerviosas, sus movimientos se volviero
a aquí parece pensar que su visión es más importante que... bueno, que la tuya. Simplemente no parece entender lo que
tó en mi estómago. La pe
icada por el altavoz del teléfono,
encia, necesita ser entendido. No estamos financiando expresiones personales. Estamos invirtiendo en un pr
es ballet, Damián! ¡Es una forma de arte! ¡No puede
fesional, Bianca -contraatacó, su voz aguda-. Sofía está rep
tros una mezcla de simpatía y miedo. Sabían quién
e rabia contenida-. ¡Vas a destruir meses de trabajo, añ
de que no lo dice en serio. Solo es apasionada. Y quizás un poco estresada. Sé que mis propias ideas no son tan refinadas com
nal fuera del estudio. Se te paga para crear, no para causar dram
da fija en el teléfono en su mano-. Eres un hombre de negocios. No
oz teñida de desprecio-. Considera esto una directiva pr
lestes a la gallina de los huevos de oro. No arriesgues el patrocinio. Apreté los puños, mis uña
stica y compromiso comercial. Era una cacofonía de estilos conflictivos, colores chocantes y una narra
ncio y una determinación compartida de salvar lo que pudiéramos. Luchamos por cada movimiento matizado, cada línea elegante, tratando de reinyectar el alma que había sid
s bailarines a través de la actuación con una profesionalidad que desmentía la agitación interna. Cuando las notas final
úblico, buscando un rostro familiar, un asiento específico en la tercera fila. Un lugar que Damián solía ocupar. Un lugar que llenaba de orgullo y admiración después de ca
í est
sas, blancas, como siempre. Una oleada de calidez, de anhelo tonto, me invadió. Por un segundo fugaz, los viejos sentimie
s la vi
suave sonrisa adornando sus labios mientras le entregaba el ramo. Sofía hundió su rostro en las flores, lu
xtremidades se pusieron rígidas, mi sonrisa se congeló en mi rostro. La comprensión me golpeó con la fuerza de un golpe físico: realmente se había ido. Ya no me ve
era barrido mis costillas, dejando solo vacío. Luché por mantener la compostura, mi mand
nida de la agonía en mi corazón. Así no terminaría mi historia. No
, a ellos. Salí del escenario, con la cabeza en alto, mi corazón h
as me dirigía a mi equipo cansado pero aliviado tras bambalinas-
o rápido. Lo sabían. Lo vieron. Pero me siguieron. Y yo los g