El Juego Mortal de Amor de Mi Hermanastro
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o, Damián. Nuestra aventura prohibida se convirtió en un infierno secr
deo anónimo lle
as, mis palabras, mis lecciones, palabra por palabra. "¿Esto también hay que
ejó colapsar en la calle, enferma y sola, y el accidente de auto que sig
po estaba roto, mis sueños hechos polvo. Lo había perdido todo por u
ando mi arte. Ahora, años después, mientras estoy en el escenario mundial, él observa
ítu
AN
es eran susurros huecos contra el rugido de mi dolor. Antes de que las cenizas se asentaran en su tumba, mi madre, Corina, ya había cambiado nues
e viva por la pérdida, y fui
Cada superficie brillaba, devolviéndome el reflejo de mi propia ira. Parecía
obsesionada con su nuevo estatus. Apenas me veía. Adolfo era
estaba
El hijo de Adolfo. M
a y perfectamente vestida. Sus camisas siempre estaban impecables, su corbata siempre anuda
é al i
lo que había perdido. Mi dolor, mi ira, se retorcían dentro de mí, buscando una salida. Damiá
. Mis ojos se encontraban con los suyos, sosteniendo su mirada hasta que un destello de algo -¿incomodidad?,
ra, alborotar sus plumas perfectas.
ármol cerca de sus caros mocasines italianos. Tarareaba desafinada en la sala mientras él i
sin embargo. Observaban. Siempre observaban.
ces e
". El vino rojo oscuro floreció sobre la impecable seda blanca de su camisa de marc
, luego a mí. Sus ojos eran indescifrables, pero un músculo se tensó en s
je, mi voz goteando falsa
iento tenso y controlado,
bía cambiado de camisa, pero el recuerdo del vino aún estaba fres
, Damián? Q
pared, atrapándome. No dij
la línea de su corbata, luego deslizándose hac
el nudo. La seda se deslizó, liberando su cuello. Su resp
? -me burlé, mi voz apenas audible
se sonrojaron con un rojo profundo y furioso. Extendió la mano, agarrando
su voz un gruñido baj
nfo. Finalmente había roto su
s rozaron su piel de nuevo, un contacto fugaz
grandes zancadas, dejándome sola en el pasillo, un
ría sus capas, una por una. Expondría al chico debajo de la fachada
intensas. Las miradas silenciosas, los escalofríos apenas perceptibles cuando nuestra piel se tocaba. La tensión entre nosotros era
una sensación de liberación, lo encontré en el balcón del penthouse. La
mi cuerpo presionando contra su espalda-. Nun
a, dejándola caer. Mis dedos recorrieron su pe
recido, reemplazada por un hambre que no había visto antes. O q
ndome contra el frío cristal del balcón. Su boca descendió, dura
surró contra mis labios, s
da. Había despe
as intimidades susurradas en la oscuridad de la noche. Era feroz, posesivo y absolutamente embriagador. Ya no era el chico que había buscado destrozar. Era el hombre que me ataba, en cuer
, una vida que había planeado meticulosamente, separada de la jaula dorada y del hombre peligroso que ahora dominaba mi corazón. Pero la idea de dejar a Damián, de corta
un número desconocido. Mi corazón dio un estúpido y esperanzado vuel
c en rep
a Damián. Estaba allí, en su escritorio, pero no estaba solo. Sofía, una joven
re se m
s dedos trazando el nudo de la corbata de ella, tal como los míos habían trazado el suyo hacía tantos
su voz paciente, instruyéndola en el arte de la intimidad. Mi arte. Mis lecciones. Estaba repitiendo mis fras
cidas y grotescas. Nuestra intimidad única, la conexión que pensé que era solo nuestra, no era más que
do por mi garganta. Esto no era solo un corazón roto; era una laceración profunda en el alma. El dolor físico era tan intenso que sentí como si alguien me hubiera vaciado por dentro y me hubiera dejado h
video reproduciéndose en un bucle infinito en mi mente. La puerta era un objetiv
e. No parecía sorprendido de verme. Sofía, todavía allí, sos
esprovista de emoción. Se escabulló, d
mi teléfono, con el video aún re
o a mí. Su expresión era
u voz suave, desprovista de la pas
palabra sabiendo a cen
jugando en sus labios. -Me enseñaste bien, ¿n
. -¿Por qué? ¿Por q
. -Porque el romance de tu madre con mi padre llevó a mi madre a una crisis nerviosa. Ha estado internada d
deando a su presa. -Mi madre lo perdió todo. Su cordura, su vida. Y tu madr
-Mi voz era apenas un susurro, te
de emoción-. Para hacer que Corina entendiera lo que se siente que la vida de su hija
ada. Mi relación única, el vínculo que creía inquebrantable, era simplemente una herrami
humillación era un peso físico, presionándome, aplastando el aire de mis pulmones. Cada caricia, cada beso, ca
, las lágrimas picando en mis ojos-
hombros-. Y tú, Bianca, simplemente fuist
oz ronca-. Te expondré. Todo. Los trapos su
hermano? Nadie, Bianca. Te arruinarás a ti misma. Además -sus ojos se entrecerraron-, ¿tu pequeña carrera de
al, lanzada con tanta calma, atravesó mis defens
rta. -Ahora, si me disculpas, t
completa. La humillación absoluta. Me había atrevido a amarlo, y él había usado ese am