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El Juego Mortal de Amor de Mi Hermanastro

Capítulo 5 

Palabras:1744    |    Actualizado en: Hoy, a las 14:57

AN

trenamiento de ballet era mi ancla, la única constante en mi vida caótica. Planeaba ir a mi espacio de práctica privado, el pequeño y soleado estudio que

mente entreabierta, estaba cerrada. Un aroma débil y desconocido se filtraba desde adentro, no el fami

puerta par

gado, estaba recostada sobre el banco del piano, riendo. Damián se inclinaba sobre ella, sus manos a cada lado de ella, los botones de s

y lleno de los fantasmas de mis movimientos, se sentía

do mientras sus ojos se encontraban con los míos

encuentro matutino normal-. Sofía solo tenía curio

ubiendo por sus mejillas. Pero sus ojos, al encontrarse

voz desprovista de calidez-. Este espacio... es bastante encantado

eñar, sabiendo cuánto significaba para mí. Me estaba dic

nchaba su pálida piel. Él le hizo eso. Aquí. En mi espacio. La imagen de sus labios sobre ella, los e

palabras no salían. Mi voz estaba atrapada, ahogada por el dolor crudo y visceral d

un pedazo de mi alma. Y él habí

lmente míos. Eran de Adolfo. Eran de Damián. Y ahora, eran de Sofía. Como todo lo dem

pena la pelea. No valdría la p

Sin una palabra, me di la vuelta, el sonido de mis zapatillas de ballet perturbadoramente fuerte en el suelo pulido.

n una neblina de agotamiento, escapando a un pequeño y escasamente amueblado departamento que había alquilado en secreto cerca del centro de la ciudad. La idea

agonizante. Mi viejo enemigo, la gastritis, había vuelto con una venganza. Salí de la cama

tenía los antiácidos listos, un vaso de agua esperando. Se sentaba a mi lado, su mano suave en mi frente, s

envoltorios de dulces de colores brillantes, bolsas de papas fritas a medio comer y recipientes de comida rápida arrugados. Los detritos

s entrañas, me invadió. Había despojado sistemáticamente

manos buscando a ciegas una botella de agua. Un murmullo bajo, luego una r

uriosidad mórbida apoderándose de

sus manos trazando la curva de su cintura. Ella rió, un sonido que atravesó mi cerebro nublado por el dolor. Es

molestia. Sofía chilló, apartándose de él, su rost

etó Damián, su voz aguda de

ue me robó el aliento. Me desplomé contra el marco de la p

encanta interrumpir, ¿no? Siempre buscando atención. -Se volv

amente reemplazado por la molestia. -Bianca, tienes que parar. Sea lo que sea esto, se acabó. Lo ha estado durante much

nadó. El dolor en mis entrañas se intensificó, retorciéndose en un nudo ardiente. Abrí la boca para explicar, para c

su voz teñida de falsa preocupación-. Tal vez necesita descansar. O tal vez solo está molesta porque estamo

ía, su expresión sombría. -Ya es suficiente, Bianc

mientras sus ojos se encontraban con los míos, un destello de algo más, un cálculo frío-. ¿A

se contorsionó de ira. Dio un paso hacia mí, su man

lavándose en mi carne, y me impulsó físicamente fuera de la biblioteca, a tra

miento brusco. Mi mente corría, tratando de procesar la pura cr

cerró de golpe detrás de mí, el sonido resonando en el pasillo silencioso y vacío. Estaba sola

ora del abandono. Me hundí en el frío suelo de mármol, mi cuerpo temblando incontrola

fono, mis dedos torpes. Marqué el núm

mnolienta y molesta. -¿B

urro-. Estoy enferma. Mi estómago.

tó si estaba bien. No preguntó dónde estaba-. Y Damián no te 'echaría' sin más. Debes haberlo provocado. Siempre lo haces. -Hizo una pausa, luego bajó la voz

té de nuevo,

interrumpió-. Solo... toma

ea se

apoderándose de mí. Mi madre. Lo había elegido a él. Una y otra vez.

. Me deslicé más abajo por el frío mármol, mi cuerpo temblando, mi conciencia desvaneciéndose. Lo

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