El Juego Mortal de Amor de Mi Hermanastro
AN
trenamiento de ballet era mi ancla, la única constante en mi vida caótica. Planeaba ir a mi espacio de práctica privado, el pequeño y soleado estudio que
mente entreabierta, estaba cerrada. Un aroma débil y desconocido se filtraba desde adentro, no el fami
puerta par
gado, estaba recostada sobre el banco del piano, riendo. Damián se inclinaba sobre ella, sus manos a cada lado de ella, los botones de s
y lleno de los fantasmas de mis movimientos, se sentía
do mientras sus ojos se encontraban con los míos
encuentro matutino normal-. Sofía solo tenía curio
ubiendo por sus mejillas. Pero sus ojos, al encontrarse
voz desprovista de calidez-. Este espacio... es bastante encantado
eñar, sabiendo cuánto significaba para mí. Me estaba dic
nchaba su pálida piel. Él le hizo eso. Aquí. En mi espacio. La imagen de sus labios sobre ella, los e
palabras no salían. Mi voz estaba atrapada, ahogada por el dolor crudo y visceral d
un pedazo de mi alma. Y él habí
lmente míos. Eran de Adolfo. Eran de Damián. Y ahora, eran de Sofía. Como todo lo dem
pena la pelea. No valdría la p
Sin una palabra, me di la vuelta, el sonido de mis zapatillas de ballet perturbadoramente fuerte en el suelo pulido.
n una neblina de agotamiento, escapando a un pequeño y escasamente amueblado departamento que había alquilado en secreto cerca del centro de la ciudad. La idea
agonizante. Mi viejo enemigo, la gastritis, había vuelto con una venganza. Salí de la cama
tenía los antiácidos listos, un vaso de agua esperando. Se sentaba a mi lado, su mano suave en mi frente, s
envoltorios de dulces de colores brillantes, bolsas de papas fritas a medio comer y recipientes de comida rápida arrugados. Los detritos
s entrañas, me invadió. Había despojado sistemáticamente
manos buscando a ciegas una botella de agua. Un murmullo bajo, luego una r
uriosidad mórbida apoderándose de
sus manos trazando la curva de su cintura. Ella rió, un sonido que atravesó mi cerebro nublado por el dolor. Es
molestia. Sofía chilló, apartándose de él, su rost
etó Damián, su voz aguda de
ue me robó el aliento. Me desplomé contra el marco de la p
encanta interrumpir, ¿no? Siempre buscando atención. -Se volv
amente reemplazado por la molestia. -Bianca, tienes que parar. Sea lo que sea esto, se acabó. Lo ha estado durante much
nadó. El dolor en mis entrañas se intensificó, retorciéndose en un nudo ardiente. Abrí la boca para explicar, para c
su voz teñida de falsa preocupación-. Tal vez necesita descansar. O tal vez solo está molesta porque estamo
ía, su expresión sombría. -Ya es suficiente, Bianc
mientras sus ojos se encontraban con los míos, un destello de algo más, un cálculo frío-. ¿A
se contorsionó de ira. Dio un paso hacia mí, su man
lavándose en mi carne, y me impulsó físicamente fuera de la biblioteca, a tra
miento brusco. Mi mente corría, tratando de procesar la pura cr
cerró de golpe detrás de mí, el sonido resonando en el pasillo silencioso y vacío. Estaba sola
ora del abandono. Me hundí en el frío suelo de mármol, mi cuerpo temblando incontrola
fono, mis dedos torpes. Marqué el núm
mnolienta y molesta. -¿B
urro-. Estoy enferma. Mi estómago.
tó si estaba bien. No preguntó dónde estaba-. Y Damián no te 'echaría' sin más. Debes haberlo provocado. Siempre lo haces. -Hizo una pausa, luego bajó la voz
té de nuevo,
interrumpió-. Solo... toma
ea se
apoderándose de mí. Mi madre. Lo había elegido a él. Una y otra vez.
. Me deslicé más abajo por el frío mármol, mi cuerpo temblando, mi conciencia desvaneciéndose. Lo