El Juego Mortal de Amor de Mi Hermanastro
AN
o del video, de su escalofriante confesión. Mi sueño, mi ballet, se convirtió en mi único escape. Vertí cada onza de mi ser des
r. Era una forma de autoflagelación, una manera de adormecer la humillación que se aferraba a mí como un suda
stido suave de color pastel, su piel de porcelana y sus ojos grandes e inocentes pintaban una imagen de pura
o. Me agarré a la barr
ligera, como un tintineo de
lta. -No tengo
il filo-. Es un poco... delicado para aquí, sin embargo. Demasiados oídos. -Hizo
ocultando sus intenciones en un velo de cortés inconveniencia. No qu
entarla, mi expresión tan fría com
na sonrisa empalagosa q
la silla de invitados, cruzando las piernas con recato.
El que me enviaste. -Lo hizo sonar como si yo fuera la agresora,
¿Crees que eso fue inquietante? Prácticamente lo esta
solo estaba... enseñándome. Guiándome. Dijo que eras muy buena en eso, en hacer que la gente se sinti
te donde más dolería. Había usado mis propias fortalezas, mi
e gustaba jugar. Que disfrutabas tener el control. -Su mirada bajó a mi pecho,
de calma que tanto me había esfo
exigí, mi voz tensa-. ¿Estás aquí
de ti. Incluso ahora. Es como si... todavía estuvieras ahí, entre nosotros. -Hizo una pausa, dejando que la impl
ensé que eran nuestros, se retorció en mis entrañas. Los había com
sa, pero cada palabra un martillazo-. Y a veces, incluso le mordisqueabas
Sabía detalles, detalles íntimos, que solo Damián podría haber compa
ando un pesado pisapapeles de cristal de mi escritorio. Lo arrojé contra la pared, a solo centímetr
un terror fingido, contenían un destello de triunfo. N
a. Con el viejo y polvoriento sillón. Dijo que te encantaba dibujar allí. Y que ahí era donde ustedes dos... a menudo encontraban privacidad.
ra vez, donde yo dibujaba y él leía, donde nuestra pasión prohibida se encendió
enes giraban en mi mente, un carrusel grotesco de traición. No solo me había traicionado; había profanado nuest
ó de nuevo. El dolor crudo y abrasador de su traición me consumió. Ya no había vuelta atrás. No había esperanza de reconci
dije, mi voz distante, casi d
sonrisa jugando en sus labios, y salió
mián realmente había cambiado las tornas. No solo me había enseñado una lección; había prendido fuego a mi mundo
es afilados. Bianca Caldwell, la bailarina apasionada, la que encontraba consuelo en el control, ahora
sta y emocionalmente agotada, Damián estaba esperando. Estaba de pie
ía, acusadora-. Sofía vino a mí, temb
de nuevo. El ciclo interminable
na-. Sabía exactamente lo que esta
Me admira. Me dijo que solo quería aclarar las cosas entre
a la que has estado ensayando meticulosamente con ella? ¿La en la
guridades en ella. No es como tú. -Hizo una pausa, sus ojos recorri
ier golpe físico. Pura. Inocente. Me estaba c
e yo no soy. Todo lo que pretendes valorar. -Tomé una respiración profunda y tembl
u silencio fu
ije, mi voz recuperando algo de su acero-. Lo sabes. Estás poni
así sea. Es un precio pequeño a pagar. -Sus ojos brillaron con una satisfacción escalo
mi voz espesa de repulsión
nar a mi padre. Esto es sobre ti. Sobre tu madr
, mi voz baja y feroz-. Crees que eres poderoso, Damián
miró, sus ojos
silencio del penthouse amplificando mi desesperación. Las lágrimas llegaron entonces, calientes y punzantes, quemando surcos en mis mejillas. Lloré por el amor que pensé
co... todo era veneno. Mis sueños de Europa, de bailar en los grandes escena
ganar. No dejaría que destruyera mi estudio de danza, mi santuario, solo para fastidi