Promesas Rotas, Un Corazón Vengativo Regresa
ista de So
e podía sentir era el calor abrasador de la humillación y el frío glacial de la traición de Alejandro.
que despreciaban, para ser usado y desechado cuando ya no fuera conveniente.
la lluvia. La puerta del pasajero se abrió e Isabella de la Torre se
-dijo, su voz teñida de falsa preo
l atrapado en el respl
as protegía su cabello perfectamente peinado y su vestido car
ojos escaneándome con una m
contó to
gre se
To
. Cómo te tenía envuelta en su dedo meñique. Cómo estabas tan desesperada
, la mejor de mi clase, llena de ideales. Alejandro Navarro había sido un conferencista invitado, un joven agente brillante con ojos que veían a través de mí. Conectamos al instante,
ia, devolviéndome a la jaula dorada de nuestro imperio criminal. Me dijo que un hombre como Alejandro nunca me aceptaría de verdad, q
ndo me acorraló, la calidez en sus ojos había desaparecido, reemplazada por una fría y calculadora determinación. La elección que me dio no fue
que estás hablando -lo
la se ensanchó, una
o-. Me dijo que solo eras un juego. Un medio para un fin. Una forma de mantener
os y afilados trozos de vidri
so-. Un juguete con el que se cansó de jugar. ¿De verdad pens
uvia fría en mi mejilla. La última brasa parpadeante de esperanza dentro
Isabella, su voz endureciéndose-. Olvída
. Mientras el coche se alejaba, la vi mirar hacia atrás, su rost
a suite de hotel que usaba para nuestras... reuniones. Habían pasado días. No habí
, como aquella noche, mirando la
jo, su voz despro
hacia él, deteniéndome a unos metros de distanc
ara mirarme, su expr
estás h
lando a pesar de mis mejores esfuerzos por mantenerla
tocó sus labios, una
don para
sesperada pizca de esperanza que no pa
más cerca, s
o a hacer algo. Tú viniste
scarada, tan audaz, q
ste! ¡Amenazas
No intentes hacerte la víctima ahor
u pulgar acariciando mi mejilla. El gesto, una vez
lla. Una mujer de mi mundo. Una mujer que pued
a sentencia de muerte. La esperanz
a de una llama. Metí la mano en mi bolso y saqué un trozo d
reguntó, sus ojos
o -su
mi doctor. Un informe que confirmaba que hace dos se
h
tro
e la confusión al shock, y lueg
gió, su voz un
ía que poseía-. Está hecho. Igual que nosotros. A partir de es