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Promesas Rotas, Un Corazón Vengativo Regresa

Capítulo 2 

Palabras:1148    |    Actualizado en: 07/11/2025

ista de So

e podía sentir era el calor abrasador de la humillación y el frío glacial de la traición de Alejandro.

que despreciaban, para ser usado y desechado cuando ya no fuera conveniente.

la lluvia. La puerta del pasajero se abrió e Isabella de la Torre se

-dijo, su voz teñida de falsa preo

l atrapado en el respl

as protegía su cabello perfectamente peinado y su vestido car

ojos escaneándome con una m

contó to

gre se

To

. Cómo te tenía envuelta en su dedo meñique. Cómo estabas tan desesperada

, la mejor de mi clase, llena de ideales. Alejandro Navarro había sido un conferencista invitado, un joven agente brillante con ojos que veían a través de mí. Conectamos al instante,

ia, devolviéndome a la jaula dorada de nuestro imperio criminal. Me dijo que un hombre como Alejandro nunca me aceptaría de verdad, q

ndo me acorraló, la calidez en sus ojos había desaparecido, reemplazada por una fría y calculadora determinación. La elección que me dio no fue

que estás hablando -lo

la se ensanchó, una

o-. Me dijo que solo eras un juego. Un medio para un fin. Una forma de mantener

os y afilados trozos de vidri

so-. Un juguete con el que se cansó de jugar. ¿De verdad pens

uvia fría en mi mejilla. La última brasa parpadeante de esperanza dentro

Isabella, su voz endureciéndose-. Olvída

. Mientras el coche se alejaba, la vi mirar hacia atrás, su rost

a suite de hotel que usaba para nuestras... reuniones. Habían pasado días. No habí

, como aquella noche, mirando la

jo, su voz despro

hacia él, deteniéndome a unos metros de distanc

ara mirarme, su expr

estás h

lando a pesar de mis mejores esfuerzos por mantenerla

tocó sus labios, una

don para

sesperada pizca de esperanza que no pa

más cerca, s

o a hacer algo. Tú viniste

scarada, tan audaz, q

ste! ¡Amenazas

No intentes hacerte la víctima ahor

u pulgar acariciando mi mejilla. El gesto, una vez

lla. Una mujer de mi mundo. Una mujer que pued

a sentencia de muerte. La esperanz

a de una llama. Metí la mano en mi bolso y saqué un trozo d

reguntó, sus ojos

o -su

mi doctor. Un informe que confirmaba que hace dos se

h

tro

e la confusión al shock, y lueg

gió, su voz un

ía que poseía-. Está hecho. Igual que nosotros. A partir de es

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