Promesas Rotas, Un Corazón Vengativo Regresa
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fuera la amante secreta e informante del niño dorado de la Agencia, Alejandro Navarro. Pero justo
lítico» y me dijo que yo solo era una g
da me humilló públicame
s haber tenido, solo para ser usada y desechada como un juguete d
, se quitó la vida para darme una nueva. Fingió mi muerte, me dio una nueva identidad y m
ítu
ista de So
do salón del St. Regis, con un vaso de whisky en la mano, luciendo como si fuera el dueño del lugar
e honor, en represen
che representaba. Yo era Sofía Garza, hija del jefe del cártel más poderoso del p
as fuerzas del orden federales, un legado de honor y deber. El nombre de mi familia se susurraba en callejones y se pronunciaba
ombro y respeto, sus conversaciones bajando a un murmullo cada vez que pasaba. Tenía fama de ser des
eran de un azul sorprendente y penetrante, fríos y analíticos. Me recorrieron sin un áp
abía que
pista de baile, pasó a mi lado. El aroma de su loción, una mezcla nítida y limpia de
usto debajo de la tela cara, asomándose bajo su manga, estaba el rastro tenue y oscuro de
tatuaje a juego estaba oculto bajo la seda de mi v
e la vista. Fue un gesto rápido, casi imperceptible, pero me provocó un escalofrío. El secreto
su departamento en un rascacielos de Santa Fe, con las luces de la ciudad brillando como diamantes espar
a mí, la ciudad proyectando largas sombras por la habitación. Se había a
jo, su voz baja y ásper
o ne
tamb
parecido. En su lugar estaba el hombre que conocía en las horas robadas
ntre nosotros en tres largas zancadas. Sus manos enc
ra solo un riesgo; era un pacto suicida. Si alguien se enteraba, mi familia sería destruida. Su carre
ibró desde su teléfono en la mesa de centro. El sonido destrozó
el teléfono. La pantalla proyectó una pálida luz azul e
l titular que bri
a su compromiso con Isabella de la
u eje. Mi corazón, que había estado martilleando contra mis costi
Mi voz fue un
an fijos en la pantalla, s
r de su cuerpo ahora se
sto? ¿Un c
ojos azules tan fríos y distantes
olítico. Es buen
tadas en la cara. Cada una má
lor tan profundo que se sentía como una herida física
e observó, su rostro
tía? ¿Una forma de mant
ndió entre nosotros, denso y sofocante, lleno de
para encerrar a toda mi familia de por vida. Pero no quería a mi padre. Me quería a mí. Había usado esa evidencia, esa palan
rrados, la coacción se había desdibujado en algo más. Me había permitido creer que la ternura en su toque, la mirada en
abía creído tontamente que él también podría sentir algo por mí. Pero las
antes de que pu
cabó,
sos y distantes. Sacó una pila de papeles y un
pregunté, mi voz
e cualquier emoción-. Describe los términos del fin de nuestro... a
nosotros, borrando los últimos seis meses como si nunca hubieran sucedido. Era un documento
a. Las lágrimas nublaban mi visión, pero las contuve. No le
ador aliento, garabateé
por una fracción de segundo. El breve contacto fue como una desca
la vuelta y salió del apartamento, dejándo
el suelo. Recogí la pluma que había dejado y miré la copia del acuerdo sobre la mesa. Con un sollozo ahogado, agar
extensos jardines no ofrecían consuelo. Entré sigilosamente en la casa, esperando evitar a mi famil
te ves pálida.
úsculos de mi cara se se
, Nana. Fue u
echón de cabello suelto detrás de
demasiado. Ese hombre
¿Lo sabía? ¿Cóm
hombre
e rara vez mostraba-. Veo cómo te pones cuando su nom
asentí, incapaz de encontrar su mirada preocupada. ¿Qué era yo, en realid
la imagen del rostro frío e indiferente de Alejandro grabada en mi mente
mi familia patrocinaba. Era una obligación de la que no podía
lejandro Navarro.
recía a la vez dulce y arrogante. Llevaba un impecable vestido blanco q
a pareja perfecta de un mundo perfecto. U
se giró para mirarme. Por un momento, nuestras miradas se cruzaron, y vi un destello de algo en sus ojos -¿ar
hacia mí, su sonr
escendiente-. Mi padre ha mencionado a tu familia. -El insulto
voz a s
e la Torre.
ó, apretando su agarre en el brazo de él-. Dijo
a estocada clara y calculada, destinada a recordar
que me defendiera, que mostrara siquiera una
su rostro una máscara d
stá esperando. -Se volvió hacia mí, su
n. No solo me había desechado, sino que estaba per
lo oí murmurarle algo, su voz demasiado baja para que yo captara las palabras. Pero vi su respuesta. E
, cariño. La bas
dome paso entre la multitud, ignorando las miradas curiosas. No me det
s calientes que corrían por mis mejillas. Me quedé allí bajo el aguacero, completamente sol