La Cicatriz de un corazón
luces y acomodó las mesas con la precisión de un relojero. En menos de treinta minutos ya estaba todo listo: la cafetera en marcha, los croissants en
sma seguridad en el andar. Se acercó a la barra y pidió el mismo cappuccino de avena con canela. Ethan lo preparó sin mirarla demasiado, aun
la barra. Pero la sensación persistía. Un cosquilleo eléctrico en la piel, un nudo en la garganta. Lo conocía b
fetería, no en el desierto. Estaba sirviendo cafés, no contando municiones. Pero en
cina de su cafetería. Estaba en el frente. El rugido de las explosiones lo rodeaba, los gritos de sus compañeros llenaban el ai
e rodillas detrás de la barra, llevándose las manos a los oídos como un
golpe. Fue Clara quien reaccionó primero; Se levantó de su asiento y se a
- Escúchame, Estás aquí, conmigo, No hay explos
entrecortado; Las manos le temblaban,
acto podía ser un arma de doble filo. Se quedó a
exhala... eso es. Mira mis manos, ¿ves? -levantó las suy
arse. Vio la madera de la barra, las luces cálidas del local, el rostro ser
ró aflojar las manos. Clara se
ahora. Solo café, solo pa
la respiración fue encontrando un ritmo menos caótico. Sus ho
acercarse, pero Clara levantó la mano en señal cl
n -pidió ella
ncla. El campo de batalla retrocedió, como si se hundiera
ado contra la barra. Cubrió el rostro con una
urmuró con voz r
rumpió Clara, suave pero categórica- Re
maron sus conversaciones en voz baja. La vida de la cafeter
lo ayudó a apoyarse contra la barra. Él evitó mirarla direct
o, aunque la voz
Y, aunque no lo dijo, también supo que es