Su Amor Imprudente, Su Amargo Final
la habitación de ambos. La puerta estaba abierta de par en par. D
ba borrando de su vida juntos, haciendo espacio para
io pequeño y polvoriento, estrecho y oscuro, con una sola ventana dimin
ijo a la sirvienta
a pareció s
uso los regalos del s
Era de ella y Santiago de niños, sonriendo a la cámara, con los brazos alrededor de los homb
rojó de nue
, su voz dura-.
za una vez se enojó mucho cuando uno de estos marc
enó a la sirvienta que le trajera un rea comprado, libros que le había regalado, fotos de ellos sonriendo, riendo, amándos
ra, había terminado con él. Esta hoguera era
ran durante años. Luego, le pidió al director los viejos álbumes de fotos. Los revisó página por página, y dondequiera que enco
os, cavó en la tierra húmeda hasta que sus dedos golpe
a contenía una tira de papel, un deseo para el futuro
la esposa
prometiendo que nunca la dejaría. Una promesa t
s diminutos y dejó que e
o después de dejar el sistema. Era un espacio diminuto y estrecho, pero había sido su primer hogar de verdad. Él h
as sucias. Como ella,
So
Fernando, el anciano dueño de la pequeña fonda de la esquina
ijo, logrando un
viendo a Santiago en las notici
llena de la esperanza que hacía
-dijo, su voz apenas un susurro-.
de Don Fern
él te que
de Sofía
nda? Me encantaría u
sus hombros
nitivamente el mes pasado. Y
ello de luz en
Qué l
gresó unos minutos después con un plato humeante de fideos-
álido, las ojera
cuidarte
ó y nubló su visión, ocultando las lágrimas que comenzaron a caer. Di
mo los recordaba -di
do quieras -dijo él c
comiendo, metiéndose los fideos en la boca, tratando de tragar los sollozos que sacudían su c
ejó el plato sobre la mesa de piedra,