El Amor en Tiempos de Traición
re sus hombros era más palpable que nunca. A medida que las primeras horas del día comenzaban a desvanecerse, sus pensamientos se aceleraban, girando en torno a l
de no retorno. Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar demasiado bien para que fuera una coincidencia. Lo peor de todo era q
uir con esta incertidumbre, tenía que actuar, pero aún no sabía de qué lado de la lín
el frío aire de la ciudad logró calmar el remolino de pensamientos que giraba en su interior. Las calles, aunque conocidas, ahora se sen
último piso, como si él también estuviera luchando con sus propios demonios. El instinto le decía que debían enfrentarse, que la verdad debía sal
icio, sus pasos resonaron con una claridad que, en otros tiempos, le habría dado seguridad. Sin embargo, hoy, e
abía comenzado a encender en él sentimientos que no podía controlar, la misma mujer que había puesto en duda su propio juicio, ahora estaba en el centro de su tormenta. Había algo en ella que no podía dejar ir, algo que
rlo. Sabía que estaba tomando un riesgo al acercarse a ella, pero el dilema que enfrentaba era aún más peligroso: ¿po
le entregó un sobre sellado. Alejandro lo abrió con rapidez, sabiendo que lo que estaba
ra una verdad aterradora. Su estómago se encogió ante la revelación. La mujer que había comenzado a preocuparlo, que lo había desafiado y
ada mirada parecía juzgarla, y su respiración se volvió más pesada con cada piso que subía. Al lleg
de Valeria apareció de repente. Con su postura rígida y su mirada fría,
-dijo Valeria, su ton
leria con cautela. Sabía que cualquie
ó, su voz firme pero co
dad inquietante. No era un simple mensajero en ese momento, no era una simple asistente. Ha
r, el miedo y la incertidumbre estaban luchando contra l
pensarlo más. La sala estaba iluminada de manera tenue, con la luz de la tarde filtrándose a través de
a decidido detenerse por un momento. Lucía lo observó en silencio, pero
voz baja y cargada de significado. No
ón en su pecho. Sabía que el momento h
palabras cortantes, pero cargadas de algo más: de
e vulnerable. La línea entre la traición y la lealtad estaba más borrosa que
ndo en su mirada una respuesta, una señal de que aún había algo más que este juego
ijo Alejandro, con una fria
momento, antes de mirar nuev
o. Sabía que las palabras que acababa de pronunciar
ue ninguno de los dos podría cruzar sin consecuencias. A