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La Flor del Magnate

Capítulo 9 El club

Palabras:1132    |    Actualizado en: 25/01/2025

ser le decía que esto era lo correcto. No tenía malas intenciones, pero su deseo de protegerla, de est

con otro hombre, y ahora estaba con él, buscando refugio en el alcohol para calmar su dolor. Había una parte de él que se sentía culpable por estar feliz de que el prometido de Ha-na l

a íntima. La música era suave, una mezcla de jazz contemporáneo y ritmos electrónicos que vibraban en el aire, acompañando el murmullo de las conversaciones disp

ces eran aún más tenues allí, apenas suficientes para distinguir las formas, pero lo suficientemente suaves para crear una atmósfera de relaja

escapar, de ahogar sus emociones en el alcohol. Heinz, por su parte, bebía con moderación. Su intención no era embriagarse, sino estar pres

s de la tristeza que la consumía, comenzaba a suavizarse. Heinz la observaba en silencio, sin intervenir, simplemente siendo un testigo de su dolor. Cad

-se preguntó Ha-na en medi

mento tan tormentoso. Pero había algo en él que la hacía sentir segura, a pesar de que no pod

jo control durante años. Pero no podía aprovecharse de la situación. Ella no estaba en su mejor momento. Por mucho que deseara besarla de nuevo, s

ien -dijo él de

e no podía forzarla a enfrentar lo que estaba sintiendo. Tendría qu

el aire con una cadencia relajante. En medio de todo, Heinz solo tenía ojos para Ha-na. Era como si el resto del mundo hubiera dejado de existir. No podía apartar la vista de ella, de

sus ojos. Heinz se inclinó hacia ella en un momento, ofreciéndole su mano de manera instintiva, como un pequeño gesto de consuelo. Ella la miró por un momento

o en la forma en que la tocaba que la hacía sentir más segura. Sin embargo, no podía negar que tambi

a Ha-na en sus brazos con el vestido de novia blanco, el velo y los zapatos deportivos. Era como si fuera su esposa, pero por desgracia, ella estaba sufriendo por otr

nmenso. Allí estaba, una mujer que había amado en secreto durante años, rota por un hombre que no la merecía. Cada paso que daba hacia el ascensor, con ella acunada contra su pecho, sentía la du

había mirado con confusión se entrelazaban. ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Cómo era posible que estuviera en esta situ

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