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La Flor del Magnate

Capítulo 2 El ladrón de besos

Palabras:1596    |    Actualizado en: 25/01/2025

a, una farsa bien ejecutada por alguien que nunca la valoró realmente. Le había entregado su virginidad, su amor, su confianza... y él había pisoteado todo eso sin remordimiento alguno. Su rost

in escrúpulos. La cultura a la que pertenecía la juzgaría, no a él, sino a ella, por no haber

Estaba quebrada, rota en pedazos diminutos que se esparcían por cada rincón de su ser. El amor que sentía por Edward se transformaba rápidamente en un odio

taba petrificada y anclada en mitad de la

a tela del velo blanco la envolvía, actuando como una prisión translúcida que la separaba de la realidad, amplificando su soledad. Sus piernas temblaban, incapaces de sostenerla. Era como si estuviera sumergida en un océano oscuro, donde el agua helada la asfixiab

no podía contenerlo, estaba rota, lastimada y herida. El llanto era una evidencia inminente de su angustia, de su humillación, de la destrucción de sus sueño

que todo aquello era real, que la pesadilla que vivía no era un mal sueño del que podía despertar. ¿Qué podía hacer? No sabía cómo irse de allí. Por favor, algo, alguien. Era como si un montón de gente

presiva del lugar. Ha-na no podía ver su rostro con claridad, no en ese primer momento. Era como un faro de luz que atravesaba la penumbra, desplazando la oscuridad con su presencia. Una chisp

vantó lentamente, revelando el rostro de aquel joven. Era hermoso, más de lo que ella podría haber imaginado en su estado de confusión. Irradiaba seguridad y seriedad en su expresión. La

éndola en su lugar. Su toque era ardiente, como una descarga eléctrica que la recorrió por completo. No podía apartar la vista de aquel joven extraño, de sus ojos azules que la obser

o que no sabía cómo explicar, como un torbellino de emociones. Era como si el mundo se desintegrara a su alrededor, dejando solo ese punto de roce entre e

de los de él. Había una urgencia, una necesidad casi desesperada que la envolvía, quemándola desde adentro. Cerró los ojos, no porque quisiera, sino porque la vehemencia, la sensación agradable del beso y el abrazo, la sobrepasaba. Era como

orma frenético en su pecho. Su cuerpo entero se derretía ante aquella acción inminente y confusa. Todo lo que había sentido momentos antes, la angustia, la vergüenza, la humillación, se desvanecía en el calor abrasador de aque

ba a esa sensación. Había una dulzura en él, sí, pero también una fuerza salvaje, un deseo contenido que amenazaba con desbordarse. Y ella se dejó llevar, como si él fuera la única ancla en ese mar de oscuridad. Sus brazos cayeron a sus

aparecido de la nada, para darle ese beso tan delirante. Segundos que parecían siglos, estuvieron así, besándose ante esa multitud llena de amigos y familiares. Nunca había imagina

na de preguntas y desorientada. Esos ojos azules la atravesaban con intensidad. Su mente intentaba procesar lo que acababa de suceder, pero cada pensamiento era borrado por la intensidad de sus propias emociones. ¿Quién era

alón volvió a hacerse visible a su alrededor. Pero ya no importaba. Nada era relevante, salvo el hombr

migo, porque... -dijo él con voz ronca y con una seguridad intensa. Le acarició

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1 Capítulo 1 Prefacio: La verdad2 Capítulo 2 El ladrón de besos3 Capítulo 3 Robarse a la novia4 Capítulo 4 La huida5 Capítulo 5 La tienda de ropa6 Capítulo 6 Los postres7 Capítulo 7 El peligro8 Capítulo 8 La fuerte9 Capítulo 9 El club10 Capítulo 10 El descanso11 Capítulo 11 La petición12 Capítulo 12 El recuerdo13 Capítulo 13 La identidad14 Capítulo 14 El contrato15 Capítulo 15 La molestia16 Capítulo 16 El sol17 Capítulo 17 La atención18 Capítulo 18 El desayuno19 Capítulo 19 La tormenta20 Capítulo 20 La postura21 Capítulo 21 La negación22 Capítulo 22 La espera23 Capítulo 23 En contrarreloj24 Capítulo 24 El impulso25 Capítulo 25 La bofetada26 Capítulo 26 La mudanza27 Capítulo 27 Estoy loco28 Capítulo 28 El ósculo29 Capítulo 29 Nuevo jefe30 Capítulo 30 El pendiente31 Capítulo 31 Lo acordado32 Capítulo 32 El segundo33 Capítulo 33 El trabajo34 Capítulo 34 El cumplimiento35 Capítulo 35 Sin límites36 Capítulo 36 El fervor37 Capítulo 37 El portafolios38 Capítulo 38 Los sabores39 Capítulo 39 La cotidianidad40 Capítulo 40 Fines de semana41 Capítulo 41 El gimnasio42 Capítulo 42 La posición43 Capítulo 43 La intensidad44 Capítulo 44 El mes45 Capítulo 45 La ebriedad46 Capítulo 46 Las palabras47 Capítulo 47 La frialdad48 Capítulo 48 El nuevo49 Capítulo 49 Los hermanos50 Capítulo 50 El informe51 Capítulo 51 El deseo52 Capítulo 52 Los cuartos53 Capítulo 53 Los padres54 Capítulo 54 Los tragos55 Capítulo 55 La búsqueda56 Capítulo 56 El baño57 Capítulo 57 Lo que siento58 Capítulo 58 La empresa59 Capítulo 59 El atrevimiento60 Capítulo 60 La discusión61 Capítulo 61 En los cuartos62 Capítulo 62 Los enojados63 Capítulo 63 El papel64 Capítulo 64 La hoja65 Capítulo 65 El acorralamiento66 Capítulo 66 El instinto67 Capítulo 67 Ley del hielo68 Capítulo 68 La incomodidad69 Capítulo 69 La diosa70 Capítulo 70 El saludo71 Capítulo 71 Los estiramientos72 Capítulo 72 El dilema73 Capítulo 73 La comida74 Capítulo 74 Las compras75 Capítulo 75 El avistamiento76 Capítulo 76 El impostor77 Capítulo 77 La proposición78 Capítulo 78 Cita doble79 Capítulo 79 El espacio80 Capítulo 80 El reclamo81 Capítulo 81 El alzamiento82 Capítulo 82 Estoy loca83 Capítulo 83 El diálogo84 Capítulo 84 Platos fuertes85 Capítulo 85 El recorrido86 Capítulo 86 Edificio mirador87 Capítulo 87 Sin definición88 Capítulo 88 Nuevas posibilidades89 Capítulo 89 La voluntad90 Capítulo 90 El control91 Capítulo 91 La presa92 Capítulo 92 Nueva fase93 Capítulo 93 La conexión94 Capítulo 94 El cordero95 Capítulo 95 La llave96 Capítulo 96 Por poseerte97 Capítulo 97 El roce98 Capítulo 98 El acceso99 Capítulo 99 Sin retorno100 Capítulo 100 El espacio