La madre de mi novia
vilínea que destacaba su elegancia natural. Sus ojos marrones, profundos y expresivos, irradiaban una calidez que contrastaba con su porte distinguido. Su cabe
ños siempre sabía cómo vestirse de manera apropiada, sin perder su encanto ni caer en excesos, mostrando una modestia innata que la hacía aún más atractiva. Su tono de piel era blanco, dándole una tez de color a sus mejillas. Su
s árboles, cubiertos de hojas nuevas, se mecían con suavidad con la brisa, como saludándola. Los arbustos estaban en plena floración, exudando fragancias dulces que se mezclaban en el aire, creando una atmósfera de un mundo mágico, como si estuviera en
con esa estación, como si cada flor que se abría y cada hoja nueva que brotaba fuera un recordatorio de que siempre había espacio para crecer y florecer, sin importar las circunstancias y la edad de la persona. Moldeó una sonrisa de alegría y se permitió unos minutos para disfrutar del sol suave que acariciaba su rostro, cerrando los ojos y respir
ientras caminaba hacia la casa, una mezcla de nostalgia y alegría la envolvió, recordando sus propios años de juventud, llenos de aventuras y emociones intensas. No estaba mal celebrar, pues los jóvenes estaban llenos de energía y vigor. Además, que estaba en la universidad y podían distraerse en algunas ocasiones para distraerse de las actividades académicas y el estrés d
la pasión. Había contraído matrimonio, lo había consumado, había dado a luz a su más hermoso tesoro. Después de eso había estado con normalidad hasta que se había separado de su esposo. Esa, sin duda, era la conclusión de su magnífico romance. Solo se amaba una vez, por lo que su historia de felicidad ya había llegado a su fin, y no ten
rremoto en la tierra o tormenta en los cielos, poderoso y caótico, agitando su alma y su existencia de una manera que jamás creyó posible. El en
de vigor y fulgor, la miraban de una manera que hacía que su corazón latiera con fuerza y que despertara en su espíritu el enardecimiento que había dejado en su juventud. Esa sonrisa, deslumbrante y sincera, tenía el don de desarmarla, de hacerla sentir vulnerable y expuesta. Esa voz, profund