La madre de mi novia
ertos. Después de lo que pareció una eternidad, conteniendo su excitación, evitando moverse en lo más mínimo, las vo
concentrado en la hermosa de ella. Tragó saliva y una corriente eléctrica viajó por su anatomía. Así, con toda su fuerza de voluntad y determinación, se puso de pie con su respiración pesada. Observó como la señora Hall tenía un brazo en el vientre y el otro sobre la frente. Divisó el cuerpo completo y la curvilínea figura que tenía. Esa cadera ancha y el busto de gran tamaño, complementado por la piel blanca y esa expresión alterada con las mejillas sonrojadas y sentida, por como habían estado, se grabó en su retina de forma instantánea. Debía confesar que poder aprecia
o. Sin embargo, al contemplarlo se notaba de mayor tamaño. Por algún motivo, no podía hablar, ni colocarse de pie. Su cuerpo estaba ardiendo por el peso de alguien atlético y esbelto al que había estado expuesta. No recordaba la dureza, tacto y vigor
tarse. Su mano temblaba de manera involuntaria por el ner
Hoel cuando ell
r más que lo deseara. Caminó por la sala de estar y llegó hasta la puerta principal, que abrió para salir al patio delantero. El viento fresco de la tarde e
fiesta aún llegaba a sus oídos, pero allí, al aire libre, todo parecía menos abrumador. Recordó la expresión de la señora Hall antes de que todo se interrumpiera, la sorpresa en sus ojos cuando las voces los obligaron a esconderse. ¿Qué habría querido decir ella? Ahora, sin la presión inmediata de ser descubiertos, se sentía un poco avergonz
n rato se enderezó y se dirigió de nuevo a la casa. Entró con pasos nerviosos. ¿Ella seguía allí o
l ya se había girado y se empezaba a alejar. Extendió su brazo para detener
su baño de espu
jardín delantero, después de haber estado en esa s
-dijo ella co
puerta detrás de ella y se detuvo unos instantes, tomando una profunda respiración. Sus pensamientos giraban en torno a la inesperada conexión y excitación que había despertado en su alma. Su entrepierna estaba acalorada y sentía un anormal hormigueo. Recogió su falda y llevó su mano derecha a su intimidad, tocándose por encima de su blandura con el anular y el medio. Las yemas de sus dedos se humedecieron con ligereza por un fluido transparente y espeso que brotaba de su virtud. Sus parpados y sus pupilas se ensancharon al ver cuánto se había excitado, solo por el contacto con ese muchacho. Ni siquiera en