Violeta con V de Venganza
untó Violeta a Andrómeda en cuanto entró a la ce
. El maestre Néros le había dicho que tuviese cui
rostro al de la mujer ―las ha envenado
jo desquiciado? ―la mujer la miró
e respetable ―replicó Violeta
s en un gesto exagerado ―respetables mi tetas ―b
drómeda y Violeta le lanzó una mirada expectante, aunque dudaba mucho q
ia que las había escoltado hacia el
a salida. Violeta vio como Andrómeda abandonaba la celda, el guardia no la siguió, Violeta lo miró en silencio y él le hizo señas de que saliera, ella lo hizo y miró a ambos pasillos, de las c
―le susurró cuand
el sol está en su punto más alt
a procesión. A medida que dejaban atr
zaron a salir sin ninguna prisa. Violeta estiró el cuello para mirar hacia afuera del portón, por encima de todas
o que veían sus ojos cua
de última hora, ella la ignoró ―¿como es que nos dejan salir así
―preguntó Andrómeda
caría a mi p
. ¡Escucha! ―se tocó
r qué? ―N
alir un suspiro y trató de concentrarse. Escuchó un bramido lejano. Cerró los ojos y trató de concentrarse, sintió el calor del sol quemando su
odemos ir a ningún lado po
i lo lograses, tendrías que nadar miles de kilómetros, estarías durante días en el mar, expuesta al so
salir de este lugar, que conformarme con comida y cobijo ―se limpió las lág
to lo que qu
é se r
mpañeras de celda, ellas pensaban igual que tú
mujeres se suicidaron? ¿me e
―pero no puedo explicártelo bien, cuando estemos de vuelta e
par de guardias ―¿qué crees que llevan ahí? ―le p
o Andrómeda con
? ―preguntó Vio
cen de los ca
n a darle
este lugar no dar
tó las cejas y la miró como esperando a que ella misma razonara la respuesta, lo compre
a remo, se adentran un poco en
o se fiaba de Andrómeda, sentía curiosidad por saber más de ella
, apuntó la mirada hacia la nada, parecía que de pronto se había transportado a otra época, a algún lugar leja
ó, igual que sus labios - ¿que eras? ¿Una especie de heredera multimillonaria? -
der e influencias y los usé co
asalto la mente y le apuñaló el pecho -le llevé la contra a la élite de Merintong por un buen tiemp
onante -una sonr
ó la libertad ―su gesto cambió, ya no emanaba nostalgia sino r
ara poniéndose el dedo índice en la mitad de su boca, acercó la oreja a la puerta durante un buen rato. Lue
―pregunt
o la pequeña hojita con fulgor ―una vez, cuando era pequeña, mi hermana se metió en la boca una de estas hojas, en minutos se desmayó, la llevamos a donde el maestre del pueblo, la declaró muerta. Cuando íbamos a enterrarla en su pequeña urna de madera, mi hermana se levantó como si nada. Todos pen
con la palma de la mano. Aquella