Violeta con V de Venganza
do, pero en los campos, las noches solían ser frías, incluso durante la primavera, Violeta no necesitaba leerlo en un libro para saber eso, sus manos se helaron al instante. La hierva verde
se la cintura, al principio con una mano, luego, al notar que el libro n
de la caña de los botines, le ajustaban las pantorrillas y los muslos lo suficiente para dejar ver que el.chico se ejercitaba. Llevaba una camisa encima un cárdigan color vino con diseño de rombos doradas, no iba vestido para el campo, si se hubiese tratado de
preguntó Noah. Tenía los b
iento - recapacito de inmediato
mejillas arder, era la costumbre que una campesina pobre como ella se dirigiera a los de clase alta con reapeto llamándolos señor o
tumbres ―ins
garganta, tragó saliva como si tragara clavos. Noah dio unos pasos hacia ella ―y según las costumbres ―dijo mientras seguía acercándose ―yo no bedería.. ―dijo esas tres palabras con un tono de misterio, como si fuese dueño de un secreto desconocido para Violeta. Cuando notó que el rostro de él estaba demasiado cerca de el de ella, sintió su sangre vascular a toda marcha, su venas se contraían y se dilataban, podía sentirlas como latidos en las sienes, en
ue le llegaban a la mente. Estaba asustada, emocionada, lo que acababa de pasar era una locura. Noah Thorsen le había insinuado que se sentía atraido por ella, no, no, no lo había insinuado, lo había afirmado descaradamente. Mientra
a cocina con la mirada clavada en el
ubo calentado y ella se recogió el pelo en un moño redondo en la coronilla, algunos mechones on
sirvió en pocillos de losa y los puso sobre la mesa redonda de madera,
no recibió respuesta. Caminó por el corredor hasta la puerta de la h
ía quitado el cárdigan y la camisa, solo llevaba puestos los pantalones que le cubrían hasta la parte baja del abdomen, su p
imeras palabras; sus pupilas danzaron inquietas sobre el pecho torneado de Noah, y sus brazos robustos. De pronto, el aire se volvió espeso; difícil de respirar. Cuando notó que había estado viéndolo
odilló frente al baúl, su contenido estaba todo revuelto como sus sentimient
tas!? ¿¡has leído las cartas?! ―parecía psicótica, desquiciada, los mocos le chorreaban desde la nariz hacia la barbilla y no le importaba en a
sintió que el alma le volvía al cuerpo, cogió un fajo de sobres que estaban sujetos con una tira de tela. Cerró el baúl se pu
vo de su voz ―puedes quedártelo ―agregó con más suavidad señalando el libro verde que Noah aun so
us dedos y la recorrió completa en un segundo, estallando como un volcán en erupción en su
do por sus lágrimas y por supuesto...sus mocos, aquello no le pareció asqueroso, solo la excitó aun más, aq
e se masajeaban tempestuosas una contra otra, mordiscos suaves, caricias. Las cartas que Violeta
seaba que se lo arrancara de una sola vez. El admiró sus pechos desnudos como si fuera l
ecostó y abrió las piernas esperando impaciente tenerlo encima,
empujó su pelvis contra la de ella, suave, despa